Para un lector, la poesía es fácil de reconocer. ¡Y cuán bellas que son cuando las leemos en voz alta! Siempre son un desafío para traducir; y ni hablar de su traducción a un idioma completamente distinto, como lo es el lenguaje de señas. ¿Pero acaso esto significa que son intraducibles? ¡Claro que no!
Si bien las rimas y juegos de palabras con sonidos no se traducen de la misma manera a un idioma visual como éste, por su propia naturaleza, y como una manifestación de la belleza, la poesía trasciende las lenguas y llega a todas las personas por igual. Se han hecho hermosas traducciones de incontables obras, sin contar aquellas creaciones propias en lenguaje de señas.
Hay quienes creen que incluso supera a los idiomas orales, ya que le agrega un matiz tridimensional. El lenguaje de señas recurre a símbolos gestuales y al espacio para darle sentido a los mensajes. Los poetas utilizan no sólo sus manos, sino su cuerpo entero para recitar un poema, y de meros enunciadores, se transforman en actores y bailarines que le dan vida a una obra.
Traducir un poema al lenguaje de señas es un trabajo arduo; la configuración de las manos, la trayectoria de los movimientos, las expresiones faciales y los movimientos corporales son planeados en detalle. Además, la velocidad, las pausas, las repeticiones y otros elementos se suman para que la rendición del poema sea sumamente rica y compleja.
Acá hay dos ejemplos maravillosos:
«Counter poetry» – interpretado por Mari Klassen
La primer mitad tiene un significado, y luego se reproduce en reversa para lograr otro completamente diferente.
«The Day the Saucers Came» – interpretado por Crom Saunders