A menudo hacemos referencia a las distintas variedades del español y a la posibilidad de ajustar las traducciones a una u otra según cuál sea el público al que está dirigido un texto. Como es obvio, estas diferencias dialectales no están limitadas por las fronteras nacionales, y puede suceder que dos territorios de distintos países compartan muchos rasgos del habla (el caso del español del Río de la Plata, que se da en partes de la Argentina y el Uruguay). Del mismo modo, es habitual encontrar ese tipo de diferencias regionales dentro de un único territorio nacional.
España, a pesar de no ser un país muy extenso (ocupa unos 500.00 km2, la mitad que Bolivia, por ejemplo), cuenta con una gran diversidad lingüística, lenguas autonómicas oficiales aparte (gallego, euskera, aranés, catalán, balear y valenciano). En España podemos escuchar un castellano muy diverso según en qué región nos encontremos: el habla de la variedad dialectal andaluza, por ejemplo, se caracteriza por la aspiración de la ‘s’ en posición final (“niñoh” por “niños”), por la confusión entre ‘l’ y ‘s’ (“mi arma” por “mi alma”), por el seseo en la parte occidental (“Saragosa”) o el ceceo, en la oriental (“dezcir”, “zeñor”). Curiosamente, el seseo sevillano está aceptado como variante culta mientras que el ceceo típico de algunas zonas de Málaga, por ejemplo, se considera vulgar. La influencia del árabe y del caló también es mayor en esta región que en el resto de la península (como denota el uso vulgar de “gachí” para referirse a la mujer).
Las diferencias léxicas entre dialectos son muy pronunciadas: en Extremadura, por ejemplo, podamos oír expresiones como “me quedé el móvil en la oficina” (“me dejé…”), o, en Cataluña, que se refieran a las zapatillas deportivas como “bambas”. Los usos gramaticales también cambian, por supuesto. En la región central (En la capital, Madrid, y alrededores), está muy extendido el laísmo, que es la utilización incorrecta de “la” y “las” en función de complemento indirecto femenino: “la duele mucho la cabeza”, “la dije que se fuera”. En Catalunia, en cambio, es más habitual encontrar leísmo, es decir, “el uso impropio de ‘le(s)’ en función de complemento directo, en lugar de ‘lo’ (para el masculino singular o neutro), ‘los’ (para el masculino plural) y ‘la(s)’ (para el femenino), que son las formas a las que corresponde etimológicamente ejercer esa función”, según lo define el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española. Será completamente normal escuchar, en Barcelona, algo como “le vi en el entreno, llevaba las bambas nuevas”, una construcción bastante alejada del uso normativo.
¿Qué otros ejemplos de variedades dialectales podrían agregarse a esta entrada? Y, más allá de las preferencias: ¿resultan siempre comprensibles las hablas del castellano distintas de las propias?