Hace unas pocas semanas hablábamos del latín y de algunas de sus locuciones que persisten hoy en día, incluso en el uso diario. En el título de ese post justamente hacíamos referencia a que esas locuciones son la resistencia de una lengua muerta. Pero más allá de esas locuciones, que se usan en todos los ámbitos, sigue persistiendo como lengua litúrgica oficial de la iglesia católica de rito latino y es idioma oficial de la Ciudad del Vaticano.
Pero entonces, ¿está muerto el latín? Las lenguas se catalogan como muertas o extintas cuando no es la lengua materna de ningún individuo y por ende no se usa en ninguna comunidad natural de hablantes. Si bien una lengua muerta puede continuar teniendo ciertos usos, como por ejemplo el uso litúrgico, al no ser adquirida por nadie como lengua materna, deja de seguir el camino normal de evolución y desarrollo que recorren las lenguas vivas a lo largo del tiempo.
Esta falta de evolución es parte de lo que hace que el latín sea el idioma ideal para cuestiones litúrgicas y teológicas, pues al no ir mutando, el significado de las palabras utilizadas se mantiene estable. La idea subyacente es que los textos redactados en esta lengua conservarán su significado de manera mucho más pétrea que si fueran redactados en una lengua viva, que evoluciona y cuyos significados, por lo tanto, pueden mutar.
Sin embargo, si bien es cierto que el latín no recorre el camino natural de evolución de las lenguas vivas, es interesante que en los últimos siglos se haya seguido enriqueciendo de nuevas palabras y locuciones. Y no son pocas. De acuerdo a Pierre Georges, estas serían unas 60.000, entre las que cita como ejemplo vis atomica (poder nuclear) y res inexplicata volans (OVNI).