Muchos de nosotros nos dedicamos a esta labor de traducir porque nos deja un sinfín de satisfacciones, no sólo a nivel profesional y monetario, sino también en el ámbito personal. Es una carrera llena de aprendizajes. Siempre se escucha decir: “puedo trabajar desde donde sea, siempre que haya conexión a Internet”. Esto nos permite viajar por el mundo y tener una “oficina” en donde no hay fronteras; podemos trabajar de manera Freelance y estar a miles de kilómetros de nuestros clientes y aun así, poder ofrecer nuestros servicios.
Esta reflexión se enfoca en aquellos traductores de habla hispana. Si decidimos vivir en un país en el que no se habla nuestra lengua materna, o nuestra lengua profesional con la que trabajamos a diario tendríamos que aprender un nuevo idioma. Muchos otros, para evitar esto optan por vivir en un país de habla hispana, que no es su país natal; pero esta libertad laboral viene a veces con un trabajo más a nivel personal. Como sabemos, dependiendo de dónde se vive en Latinoamérica, existen diversas formas de comunicarse (al hablar) y nos toca aprender nuevas expresiones y palabras para sobrevivir el día a día en nuestra nueva “oficina”.
Tomemos el caso de tres países en particular: Venezuela, Chile y Argentina. Desde el simple hecho de salir de la casa y tomar una “Buseta”, un “Micro” o un “Colectivo” para moverse por la cuidad, hasta ir a un “Centro Comercial”, un “Mall” o un “Shopping” para comprar una “Franela”, una “Polera” o una “Remera; cada día y en un sinfín de situaciones ponemos en práctica nuestra profesión. Claro está, esta situación no es exclusiva de los traductores, sino de cualquier persona que decide vivir en otro país, pero quería enfocarlo específicamente en aquellos con quienes comparto esta profesión.
Otro tema recurrente entre expatriados latinoamericanos es el hecho de ir al supermercado. Nunca nos imaginamos que comprar una fruta o una verdura sería algo confuso. Podemos comprar un “Aguacate” o una “Palta”; una “Auyama”, una “Calabaza” o un “Zapallo”; un “Jojoto” o un “Choclo” o una “Patilla” o una “Sandía”.
Parece un tema sencillo, pero encierra también una belleza en cuanto a la diversidad del idioma español y sus diferentes matices.