Es obvio que, para algunos, la pregunta va a ir mas allá del límite de la discusión centrada específicamente en las traducciones. En la respuesta seguramente se verá reflejada una postura filosófica.
Una respuesta negativa muy posiblemente será juzgada por algunos como una manifestación más del relativismo. Por el contrario, los absolutistas dirán que no existe disyuntiva y tenderán a encolumnarse en las filas de los defensores de uno u otro bando (artesanos o productores industriales).
Lo cierto es que la alternativa no deja de estar presente en todos los sectores y actividades. Tambíén es un denominador común la evolución histórica desde lo artesanal hacia lo industrial. Es así que nos encontramos con San Jerónimo, hoy venerado como santo patrono de los traductores, quien en un esfuerzo literario de proporciones logra traducir la Biblia del griego y hebreo al latín allá por el siglo IV. Nadie saldrá a discutir la naturaleza artesanal de este trabajo que permitió la difusión de las religiones del Antiguo y del Nuevo Testamento en los pueblos de occidente.
Tal vez nos de algo de vértigo saltar mas de quince siglos más tarde para enfrentarnos a un fenómeno innegable: la globalización. La ruptura de las barreras para la comunicación y el allanamiento de las brechas para la transferencia de la información han generado una demanda difícil de saciar: la de tener dicha información disponible en las distintas lenguas que sirven como medio de expresión de otras tantas culturas.
Y no es solo el volumen de dicha información, sino también la aceleración a la que se quiere o debe difundir para que la misma llegue en forma oportuna.
Y…¡Ni qué hablar de la calidad! Esta debe ser al menos la suficiente como para asegurar el traspaso del significado que tiene el texto en la lengua original. Sin embargo, las otras dos condiciones –volumen y oportunidad– en cierta forma trabajan en detrimento de esta última. Es ahí cuando deberíamos aceptar que ciertas traducciones se deben manejar en forma industrial.
A riesgo de ser acusado de «relativista», creo que en el mundo actual sigue habiendo lugar para ambos tipos. Siempre habrá demanda de traducciones artesanales, de alto valor agregado y que seguramente serán recompensadas con un precio mas alto. Pero creo que no podemos negar que debemos estar abiertos para aceptar una demanda de traducciones industriales que puedan servir de soporte para la profundización del fenómeno de la globalización.