“La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras”, advertía Gabriel García Márquez en el Congreso de Zacatecas de 1997.
Profética afirmación del escritor colombiano, ya que poco más de una década después del Congreso antes mencionado, el español fue declarado el segundo idioma más hablado del mundo. Actualmente, es el tercer idioma más utilizado en Internet, siendo que este idioma es hablado por unos 450 millones de personas como lengua materna.
Sin mencionar además a todas aquellas personas que han aprendido español como lengua extranjera, sea porque les es útil en los negocios, porque viajan a zonas hispanoparlantes, o porque viven en países con otros idiomas oficiales, pero tienen vecinos, amigos y compañeros que hablan español.
Pero… ¿español, castellano, español neutro? ¿Cuál hablás vos? ¿Cuál hablas tú?
No entraremos aquí en detalles acerca de los orígenes colonialistas propios de la llegada de la lengua de Cervantes al “Nuevo Mundo”. Nos conformamos con recordar que cuando lo «exportaron» de España a América, el idioma no fue conservado en un frasco, por así decirlo. Por el contrario; se mezcló con idiomas de pueblos autóctonos que tenían sus propias lenguas, se modificó, se simplificó, sumó neologismos y prescindió de otros términos que ya no tenían razón de ser en este nuevo continente. Es decir, en tierras latinoamericanas, de Argentina a México, de Venezuela a Uruguay, el español mutó, se movió de forma dinámica en el espacio y en el tiempo.
De hecho, todas las lenguas lo hacen, “exportadas” o no. La globalización es sólo el factor más reciente, pero la difusión cultural es tan antigua como el comercio y las conquistas.
Y entonces, queridos colegas traductores al español: es menester saber con precisión el contexto cultural del cual es propio el español / castellano con el que estamos trabajando, pues de nada sirve que la traducción sea correcta en términos lingüísticos, si no es una interpretación consciente de los códigos culturales que ese idioma o dialecto (no cualquier otro) reproduce y retroalimenta. La nostalgia de un tango, la ironía de una milonga, la pasión de una batucada… son todas facetas de la misma lengua sin fronteras.
Para lograr captar la esencia de cada texto, es importante saber distinguir sus diferentes rasgos y transformarse en un buen intérprete cultural.