En la traducción de textos del ámbito médico-farmacológico es especialmente importante no cometer errores de comprensión, cambio o supresión de información; ya que, si en otros contextos el principal problema puede ser una cuestión monetaria, en este caso particular el traducir bien o mal una determinada palabra o equivocarse en la traducción de la cantidad de una dosis puede ser una cuestión de vida o muerte.
Este tipo de textos requiere que los traductores estén altamente especializados en el campo en cuestión y sean especialmente “quisquillosos” a la hora de traducir inequívocamente las palabras.
Aunque la traducción de textos médicos presenta multitud de complicaciones, me gustaría centrarme hoy en algo que aparece de manera constante: los medicamentos y fármacos. Asimismo, antes de nada se debe aclarar que no es lo mismo, ni son sinónimos, fármacos y medicamentos. Un fármaco es una sustancia con actividad farmacológica, es decir, químicamente activa que tiene un efecto sobre el organismo; y el medicamento sería la forma comercial de éste, es decir, el medicamento no sólo sería el principio activo sino también la sustancia final que se ofrece comercialmente, lo que incluye excipientes, la presentación del producto (en polvo, grageas…), etc.
Teniendo esto presente una de las dificultades que presentan los textos médicos escritos en inglés es que, según quien lo escriba, puede hacer referencia a medicamentos o fármacos de tres formas diferentes:
- Utilización de las INN (International Non-proprietary Names, denominaciones comunes internacionales) según recomienda la OMS.
- Uso de marcas comerciales.
- Denominaciones comunes sin validez internacional.
De los casos anteriores, se puede decir que el primero es el que presentaría menor problema de traducción pues el traductor podría encontrar con rapidez el equivalente en español. En el segundo caso, la complicación estriba en decidir si mantener la marca comercial (que normalmente se identifica con facilidad, pues suele aparecer en mayúsculas y venir acompañada del símbolo de marca registrada “®” o marca comercial “™”) o buscar una marca comercial equivalente en el país al que va destinado el texto, o sustituirla por las denominaciones comunes internacionales (DCI) del principio activo que lo compone.
El problema real lo encontraríamos en la tercera opción pues las denominaciones que se puedan utilizar a nivel local son diferentes de las utilizadas internacionalmente, y aunque el traductor debería traducir por sus DCI, será más complicado encontrar el término correcto en los recursos de consulta habituales. Por ejemplo, en Estados Unidos, para la denominación internacional paracetamol utilizan acetaminophen.
Estos casos que acabo de exponer son sólo una mínima parte de las múltiples complicaciones que pueden surgir al llevar a cabo una traducción en este ámbito; de ahí que sea fundamental tomar conciencia de la importancia de contar con profesionales realmente cualificados, recurrir a un servicio profesional y asegurarnos de que nuestro texto cuenta con el rigor y la univocidad adecuada, asegurando así que no surjan problemas que puedan repercutir tanto a nivel material como personal.