De forma similar a lo que ocurre con las historietas, la literatura o el cine aptos para todo público, la pornografía (ya sea dibujada, escrita o filmada) recurre a la traducción para ampliar los horizontes de su audiencia. Como el cine porno es un género tan orientado al efecto que produce en el espectador, la localización específica de sus contenidos no resulta tan crucial. Y a pesar de que el doblaje es sustancialmente más costoso que el subtitulado, el predominio de esta última forma de adaptación puede explicarse tanto por la poca relevancia de los diálogos como por el tenor fundamentalmente visual de las actividades que se narran.
En términos comparativos, siempre se ha traducido más pornografía audiovisual que literaria, pero sin duda el lanzamiento de la trilogía 50 sombras ha disparado las traducciones romántico-eróticas. Por otro lado, el surgimiento de los libros electrónicos catalizó un auge en el consumo de literatura erótico-pornográfica ya que, según apuntan desde el sector de los dispositivos de lectura portátiles, previo a la aparición de estos equipos, a mucha gente le avergonzaba leer estas obras en público y la llegada de las tabletas despejó de la ecuación el problema de la portada delatora.
En términos históricos, podemos identificar unos cuantos acontecimientos que marcaron un antes y un después para el género todo y para la industria de la traducción aplicada a éste en particular. Por un lado, la aparición del VHS a fines de la década del 70 marcó un cimbronazo para la industria porque, si bien abrió nuevas opciones comerciales basadas en la venta y alquiler de video cassettes, afectó negativamente la venta de entradas, otrora la principal fuente de ingresos del cine en general. Por otro lado, el comienzo del consumo doméstico de cine pornográfico también significó una ampliación en los horizontes de la localización, y con ésta un nuevo desafío para el sector de las traducciones. Aproximadamente para la misma época aparece en buena parte de occidente la TV por cable, medio del cual el género pornográfico no iba quedar al margen, y multimedios trasnacionales se hicieron lugar en las grillas de casi todo sistema de TV por cable, redundando en un incremento en la carga de trabajo de los traductores por adaptar y localizar todo el nuevo cúmulo de producciones realizadas directamente para televisión. Por último correspondería hablar de la pornografía en internet, que si bien representa la instancia final en la sucesión de soportes materiales, por un lado marca el alcance máximo que la industria haya experimentado jamás en términos de distribución y expansión, y por otro rompe con la curva ascendente que las traducciones del género venían transitando. Una breve recorrida por los principales sitios de pornografía en internet confirma que la amplia mayoría de las producciones no están ni subtituladas ni dobladas y que lo foráneo (que en este contexto significa lo que no esté hablado en inglés) constituye una sub-categoría en sí misma dentro del género. Entonces, ¿cómo prefiere el cine porno, doblado o subtitulado?