En varios sitios web circula una graciosa captura de pantalla de una serie televisiva, en cuyo subtítulo puede leerse: “La mujer llora en español”, como explicación de lo que está sucediendo en la pantalla. Claramente, no es posible llorar en un idioma en especial… ¿o sí?
Quienes han tenido bebés aprenden, con el paso del tiempo, a identificar diferentes tipos de llanto y el motivo que lo produce. Si es muy persistente, es probable que el niño tenga hambre; si es muy agudo, puede que sienta algún dolor; si es nervioso, tal vez sea un indicador de que tiene sueño. Como estos, pueden encontrarse infinidad de consejos que les permiten a los padres interpretar el significado del particular “idioma bebé” y actuar en consecuencia.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Wurzburgo, en Alemania, sostiene que el llanto de los recién nacidos refleja el idioma que hablan sus padres desde sus primeros días de vida. Ya se sabía que los niños producen diferentes melodías de llanto, pero lo novedoso de esta investigación es que, además, al parecer los patrones de melodía son típicos del lenguaje del ambiente que han escuchado durante la gestación, sobre todo durante los últimos tres meses del embarazo.
El estudio comparó a bebés nacidos en familias de habla francesa con otros de familias de habla alemana, cuando tenían entre 3 y 5 días. Las conclusiones del análisis revelaron que el llanto del primer grupo difería marcadamente del segundo, de acuerdo con la lengua materna. Los recién nacidos franceses presentaban un perfil melódico ascendente, mientras que los alemanes parecían mostrar uno descendente. Estas características corresponden a las diferencias entre los dos idiomas.
Aunque no se ha realizado un estudio integral que abarque más lenguas, es probable que los resultados de este estudio marquen una tendencia general: el llanto es la primera manifestación del idioma. Esto refleja también la intencionalidad de la entonación, que varía de lengua en lengua, y que permitiría entonces reconocer el motivo del llanto oculto tras la melodía. Al parecer, entonces, de la misma forma que el idioma puede afectar la forma en que pensamos y sentimos, afecta la manera en que lloramos.