Como continuación del último de mis artículos, vale la pena analizar otro motor importante de los cambios lingüísticos: la tecnología. Si bien la innovación y la diseminación de la tecnología siempre han influenciado los cambios tecnológicos, algunos especulan con que hoy la magnitud de dicha influencia puede conducir a cambios más rápidos y significativos que en el pasado, debido a la naturaleza de la innovación y la diseminación de la tecnología contemporánea.
A lo largo de la historia, los avances tecnológicos han tendido a incrementar el análisis de los fenómenos económicos y sociales y han requerido así nuevas palabras, nuevas frases o la expansión semántica de palabras y frases viejas, así como también incrementan el contacto entre las comunidades y los consiguientes impactos por dichos contactos (y dominación). Obviamente este tipo de cambios también tienen lugar hoy en día y a una escala mayor. La actual extinción de los idiomas minoritarios y la expansión de los idiomas mayoritarios, especialmente el inglés, representan el más drástico y sensacional de los últimos tipos de cambios, y las nuevas palabras/frases tales como “googlear” (verbo transitivo), “infomanía”, “técnicas de conducción ultra eficientes”, y “fatiga por la retención de claves de acceso” son ejemplos interesantes del primer tipo de cambios (del cual el programa de control del idioma del Webster’s New World Dictionary descubre alrededor de 2.000 ejemplos mensuales).
No obstante, además de estos tipos de cambios lingüísticos, existe otro cambio previsto, si no evidenciado, que parece totalmente novedoso, al que podríamos denominar minimización, simplificación o «facilitación” del idioma. Este proceso es la consecuencia prevista de una nueva generación de hablantes que han desarrollado su uso cotidiano del idioma de manera significativa, si no en forma predominante, mediante salas de charla y el envío de mensajes de texto en lugar de libros, conferencias, radio y conversaciones cara a cara. Por supuesto, deberá tenerse en cuenta cuán grave puede resultar este proceso y su designación como «facilitación» o «eficiencia» del idioma (es decir, economía lingüística) puede ser más un juicio de valor que una descripción.