Actualmente existen unas 6.000 lenguas vivas en el mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés), la mitad de ellas desaparecerán antes de fin de siglo.
Esto implica que la descendencia de los hablantes nativos de estas lenguas adquieren otra lengua más difundida como lengua materna, o que dejen de usar la lengua materna cuando dejan la infancia.
En particular, el informe de la Unesco alerta sobre 33 idiomas europeos en peligro de extinción, de las cuales 13 están prácticamente a punto de desaparecer, con menos de 300 hablantes vivos.
En la situación más comprometida se encuentra el idioma ter sami, que tuvo un rápido declinamiento en su cantidad de hablantes durante la política stalinista de colectivización de los años 30 que sucedió en la Unión Soviética. Se cree que hay solo dos hablantes vivos de ter sami en la actualidad.
Otro idioma moribundo es el gottscheerisch, un dialecto alemán mayormente hablado cuyos hablantes solían vivir en Eslovenia. Hoy, la mayoría de los hablantes de gottscheerisch son ancianos que viven en Queens, Nueva York.
Un último caso que comentaremos aquí es el del karaim, una lengua turca con influencias hebreas, similar al yiddish. Se habla principalmente en el pueblo de Trakai, Lituania, y si bien es hablado por solo unas docenas de sus habitantes, existe un programa de apoyo oficial para que la lengua siga siendo hablada y no desaparezca.
No solo en Europa hay lenguas amenazadas: en todos los países de América se encuentran lenguas indígenas al borde de la extinción. De esta manera, la diversidad cultural de la humanidad se verá afectada si no se toman medidas que prevengan o al menos desaceleren esta tendencia.