En la antigüedad, el fenómeno de la penetración lingüística estaba estrechamente ligado al ejercicio del poder de un pueblo sobre otro. Por solo dar un ejemplo suficientemente concreto, en la América precolombina se hablaba un sinnúmero de lenguas que fueron ‘desplazadas’, por no usar un término que transmita toda la violencia de lo ocurrido, por los idiomas de los invasores.
Sin embargo, como es bien sabido, no todos los idiomas comparten las mismas posibilidades fonéticas y para dar cuenta de uno de los más importantes hallazgos gastronómicos del nuevo mundo, los invasores consideraron que el dígrafo ch era el fonema más adecuado para representar el primer sonido de la palabra náhuatl xocolatl.
El fenómeno de la penetración lingüística hoy en día no se da tanto en el contexto de las invasiones transnacionales (exceptuando, claro, a muchas naciones productoras de crudo) sino que sucede en el marco de los intercambios culturales. Así, cada nación constituye un elocuente ejemplo de los diferentes motivos detrás de los “préstamos” tomados de otros idiomas.
De adolescente tuve el privilegio de conocer España y uno de los temas de conversación más recurrentes con mis anfitriones era la cantidad de diferencias entre el español peninsular y la variedad rioplatense que yo hablaba. Entre dichas divergencias, llamaba mucho mi atención el hecho que los españoles, o al menos los madrileños, no usaran la palabra témpano, y usaran en cambio la palabra iceberg, de acentuación aguda y pronunciando la sílaba inicial como la primera persona del pasado del verbo hacer, a la española. No podía entender por qué alguien podría optar por utilizar un préstamo tan lejano, teniendo tan a mano un término como témpano. Desde luego, ignoraba que iceberg está reconocido por la RAE.
Ese mismo año tuvieron lugar en Barcelona los Juegos Olímpicos de verano. En dicho evento llamó mi atención un deporte que pensé que desconocía, se trataba del balonvolea. La transmisión televisiva de cada deporte comenzaba con una brevísima animación gráfica de la disciplina, gracias a lo cual pude deducir que se trataba ni más ni menos que del vóley.
La conversación sobre el témpano me llevó a pensar en los motivos detrás de la elección y adaptación de una palabra extranjera como iceberg, y el descubrimiento del significado de balonvolea me hizo caer en la cuenta que el español argentino también opta por usar extranjerismos (como fútbol, por solo dar un ejemplo) cuando cuenta con términos como balompié.
Desde que los distintos pueblos comenzaron a entrar en contacto entre sí, empezó a ser pertinente contar con nuevos términos para los diferentes conceptos que eran importados de unos a otros. Hoy por hoy, globalización mediante, el uso ubicuo de algunos idiomas en el contexto de otras lenguas deja en claro el rol y la preponderancia que las naciones hablantes de dichos idiomas tuvieron y tienen en los distintos campos en los que aún prevalecen, como el inglés para cuestiones tecnológicas (internet, e-mail, etc.) o mercantiles (sale, sold out, etc.), el latín para cuestiones legales (ad honorem, criminis causa, etc.) y el francés para lo relacionado a la moda y la literatura (prêt-à-porter, cliché, etc.).