En entradas anteriores se abordó el tema del multilingüismo y de las consecuencias que trae aparejadas para la vida de las personas. Dicho artículo solo hacía referencia al plano oral de la coexistencia de lenguas múltiples en un solo lugar pero no llegaba a indagar en lo que sucede con la señalética en la vía pública. A este fenómeno se lo conoce como paisaje lingüístico y no solo está presente en países con más de un idioma oficial sino que también se lo encuentra en ciudades con comunidades de inmigrantes que conservan su lengua de origen.
Por paisaje lingüístico se entiende aquel contexto en el cual resulta pertinente (y en algunos casos obligatorio) incluir un segundo idioma en la señalética de una comunidad. Este concepto, nacido de la planificación lingüística en Bélgica y Canadá (dos países notoriamente bilingües), surgió de la necesidad de marcar los límites lingüísticos de determinados territorios por medio de la regulación del uso del lenguaje en la vía pública como en señales viales, anuncios comerciales, pizarras informativas, etc.
El paisaje lingüístico puede expresarse fundamentalmente de dos maneras: de arriba hacia abajo (top-down) y de abajo hacia arriba (bottom-up), variables que también pueden plasmarse más cabalmente en la dicotomía de lo público y lo privado. La primera consiste en aquellas decisiones de entidades estatales destinadas a comunicarles alguna información a las personas que integran dicha comunidad. La segunda, en cambio, abarca todas aquellas iniciativas de entidades privadas que tienen por finalidad transmitir información relativa a operaciones comerciales. Además de su finalidad claramente comunicativa, el paisaje lingüístico tiene una importante función simbólica, ya que puede dar cuenta del poder relativo y el estatus de las comunidades lingüísticas que habitan ese territorio.
Un interrogante que puede echar algo de luz sobre el potencial de este fenómeno (fundamentalmente en su variable top-down) es si la exposición al paisaje lingüístico por parte de los miembros de una comunidad lingüística podría contribuir al proceso de integración de quienes forman parte de una comunidad políglota.