Pocas obras completas de un autor deben haber sido más complejas de traducir como las del padre del psicoanálisis Sigmund Freud, autor de múltiples libros y ensayos e introductor de conceptos completamente novedosos. La traducción tal vez más reconocida es la del británico James Strachey, también psicoanalista, quien organizó cronológicamente y tradujo del alemán al inglés las obras que Freud escribió entre 1891 y 1939 (¡48 años!). La financiadora de este proyecto fue Marie Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón, ex paciente y admiradora de Freud, y quien a su vez tradujo algunas de las obras del neurólogo austríaco al francés. Esta traducción le tomó a Strachey más de 20 años; para esto contó con la ayuda de Alix, su esposa, y de Anna Freud, hija de Sigmund y continuadora de su legado. Lo que le dio un valor inigualable a la obra de Strachey fueron las introducciones que agregó a cada uno de los escritos, enmarcándolos dentro de la extensa bibliografía de Freud.
Más interesante de exponer, tal vez, sea el caso de las traducciones al español. Al día de hoy, existen dos ediciones de las Obras Completas de Freud. La primera de ellas fue del español Luis López Ballesteros y de Torres, quien entre 1922 y 1934 tradujo 17 volúmenes, y fue expresamente felicitado por Freud, quien decía haber aprendido el castellano a través de la lectura de Don Quijote. Sin embargo, Ballesteros no era psicoanalista, y su traducción fue criticada por falta de rigor científico por parte del mundillo psicoanalítico. Esa fue una de las razones por las que años después se planteó en Buenos Aires, capital latinoamericana del psicoanálisis, la necesidad de volver a traducir las obras completas de Freud.
Este segundo emprendimiento comenzó en 1970. La editorial Amorrortu planeó la traducción directo del alemán de las obras de Freud, y a eso le agregaría las introducciones que Strachey había escrito en su momento. Quien se puso al hombro esta nueva traducción fue José Luis Etcheverry, quien además de traductor (dominaba cindo idiomas) contaba con estudios de filosofía y economía. Etcheverry tampoco era psicoanalista, pero contó con la asesoría de tres psicólogos que lo ayudaron a repensar los conceptos freudianos de cero, como era la idea de la editorial. Los 24 tomos de esta colección fueron editados entre 1978 y 1982, y levantaron la polémica entre los expertos: ¿qué traducción era mejor: la de Ballesteros o la de Etcheverry? En general, la nueva edición de las Obras Completas fue bien recibida por actualizar conceptos freudianos que en la traducción de Ballesteros habían quedado algo obsoletos, pero claro, también hubo voces más conservadoras que tildaron la nueva obra como innecesaria e incorrecta. Al día de hoy, la polémica sigue irresuelta.