Conforme avanza el proceso de globalización en el mundo, la traducción científica, particularmente la médico-farmacéutica, tiene planteados ante sí una multitud de retos. Una de las características más destacadas del lenguaje médico durante las últimas décadas del siglo pasado fue el predominio absoluto del inglés como único idioma internacional de la medicina. El monolingüismo científico actual parece ser un fenómeno reconocido y aceptado entre la comunidad científica y en la propia sociedad. La lectura habitual de artículos médicos en inglés está modificando la forma en que se expresan en su lengua materna los médicos del resto del mundo.
Esto es así porque las líneas de investigación, los conceptos, las ideas y los razonamientos vienen determinados por las revistas internacionales publicadas en inglés, cuyos comités de redacción están integrados en un 75% por autores que tienen este idioma como lengua materna. Lo cierto es que hoy el lenguaje científico en español es en buena medida el resultado de un proceso de traducción a partir del inglés. Resulta fácil demostrarlo: las referencias bibliográficas de un artículo original, que constituyen las fuentes de consulta utilizadas por los autores para documentar y avalar la información que presentan, en numerosos casos se encuentran en inglés.
La influencia del inglés en el español médico es evidente en el creciente uso de anglicismos, como borderline, by-pass, doping, feedback, relax, scanner, screening, shock, spray, o test. Pero su efecto es muchísimo más extenso y afecta a todos los niveles del lenguaje: ortográfico (“amfetamina”, “colorectal”, “halucinación”, “proteína”), léxico (confusión entre “urgencia” y “emergencia” o “plaga” y “peste”) y sintáctico (abuso de la voz pasiva, aposición de sustantivos, eliminación del artículo al comienzo de la frase, abuso del artículo indefinido, etc.).
En español, por ejemplo, se utiliza la palabra “severo” en los contextos donde normalmente se utilizaría la palabra “grave”, por influencia de su “ex” falso amigo severe. A la hora de acuñar un término en español para traducir el inglés beta-blocker (todavía no incluido en el DRAE), no parece lógico ni útil utilizar calcos directos, como “beta-bloqueador” o “betabloqueador”, sin haber analizado antes en detalle otros sinónimos como “bloqueador beta” o “betabloqueante”, que resultan más claros y correctos. Sin embargo, son los primeros los más populares. Estas variaciones se manifiestan no sólo en traducciones, sino en escritos originales.
Los traductores debemos prestar particular atención, entonces, al encontrarnos con textos médicos. Si el original está en inglés, debemos tener presente que, a veces, la traducción “correcta” no es la ideal, puesto que los profesionales que tendrán acceso al material traducido utilizan ese término en inglés o, en su lugar, neologismos como los mencionados con anterioridad. Si el texto fuente se encuentra en español, es importante reconocer aquellas palabras que han perdido su significado original y se utilizan con el mismo sentido que un otrora “falso amigo” del inglés.
Claro está que, para realizar una traducción buena y útil en este campo de la ciencia, es primordial mantenerse informado con respecto a los nuevos descubrimientos y a las modificaciones de la terminología específica.