A principios del año pasado, un equipo de investigadores de la Universidad de Wageningen (WUR) y la Universidad de Indiana publicaron un paper que supuestamente demostraba la creciente irrelevancia de aludir a hechos concretos en los discursos públicos y que hacía más creíble la idea de que vivimos en la era de la posverdad.
Los investigadores observaron el lenguaje utilizado en millones de libros en inglés y en español publicados entre 1850 y 2019, analizando el uso de las 5000 palabras más frecuentes de cada lengua. Por separado, también analizaron cómo cambiaron los usos de palabras en el New York Times durante el mismo periodo. Encontraron un aumento en las palabras de razonamiento, como «determinar» y «conclusión», y una disminución en las palabras intuitivas, como «sentir» y «creer», entre 1850 y finales del siglo XX. Sin embargo, a partir de la década de 1980, este patrón se revirtió al mismo tiempo que el lenguaje pasaba de ser colectivista a ser individualista.
Un panorama cambiante
«Inferir los impulsores de patrones a largo plazo vistos desde 1850 hasta 1980 sigue siendo necesariamente especulativo», dijo el autor principal, Marten Scheffer de la Universidad de Wageningen, y sugirió como una posible causa el progreso de la ciencia y la tecnología y los beneficios que estas dieron, que «se propagaron en la cultura, la sociedad y sus instituciones, desde la educación hasta la política». La ciencia y el lenguaje asociado con la ciencia cobraron un cierto prestigio.
Del mismo modo, sigue existiendo cierto grado de especulación sobre los posibles impulsores del surgimiento del lenguaje intuitivo. Los autores descubrieron que el cambio de la racionalidad a la emoción en el lenguaje de los libros se aceleró alrededor de 2007, junto con el auge mundial de las redes sociales. Luego despliegan varios tratados breves que respaldan la idea de que las redes sociales pueden ser un factor importante para este patrón.
Ha habido una gran cantidad de campañas en las redes sociales a través de un amplio espectro de ideologías. El documento destaca los siguientes fenómenos: cómo las redes sociales impulsaron la Primavera Árabe al representar la situación política en Túnez; cómo los videos que promueven la yihad motivan a los terroristas al mostrar abusos cometidos por soldados estadounidenses y cómo se promueve el veganismo mostrando el maltrato animal. En estos casos, la materia en cuestión refleja una realidad, aunque lo hace de una manera que provoca una respuesta emocional hacia un mundo percibido como «injusto y enredado en múltiples crisis». Sin embargo, también se puede observar el uso de las redes sociales para propagar teorías conspirativas. En Estados Unidos, hay constantes denuncias de fraude electoral con base en la intuición, al punto de contribuir al asalto del Capitolio en 2021.
Dicho esto, el cambio descubierto «tiene sus orígenes décadas antes del surgimiento de las redes sociales, lo que sugiere que si bien las redes sociales pueden haber sido un amplificador; otros factores deben haber impulsado el estancamiento del aumento a largo plazo de la racionalidad alrededor de 1975 a 1980 para desencadenar su reversión», como informa el equipo.
Próximos pasos
Sin embargo, admitieron que «los patrones a largo plazo son en parte errores de observación que nacen de los datos y de la selección de palabras», y que los textos analizados son «una representación sesgada del lenguaje». Se puede decir que cualquier cantidad de variables desconocidas podría contribuir a esta tendencia más allá de un mayor alejamiento de los hechos y de la razón.
Independientemente de lo que impulse estos efectos, como dice la coautora, Ingrid van de Leemput de la Universidad de Wageningen, los resultados apuntan a una relación entre «el fenómeno de la posverdad y un sube y baja histórico en el equilibrio entre nuestros dos modos fundamentales de pensamiento: el razonamiento versus la intuición». Por su naturaleza, este cambio muy probablemente sería imposible de prevenir, lo que obligaría a las sociedades a»encontrar un nuevo equilibrio, reconociendo explícitamente la importancia de la intuición y de la emoción», sin negar la importancia de la ciencia y de la racionalidad para comprender un mundo complejo.
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