Cuando nos comunicamos, mostramos más de nosotros mismos de lo que nos imaginamos: a través de nuestra elección de palabras, a través de la forma en la que las pronunciamos, y a través de las referencias generales con las que salpicamos nuestro discurso o documento nos traicionamos a nosotros mismos dejando traslucir quiénes somos. En el idioma, estas pistas reveladoras adoptan distintas formas y se pueden agrupar en distintas categorías. En este artículo analizaremos el concepto de “registro social”, una de las categorías de mayor precisión y limitación del estilo lingüístico.
Es importante diferenciar el registro social del sociolecto o dialecto. En términos generales, podemos considerar que estos dos últimos son necesarios, a pesar de que no haya elementos suficientes para el primero de estos conceptos. El registro social es el estilo de hablar que nos permite incluir al hablante dentro de un grupo social muy limitado y específico, mientras que el sociolecto no ofrece tanta precisión (y el dialecto es aún más amplio, con contemplaciones adicionales regionales que no desempeñan una función importante en la determinación del registro social).
A fin de lograr una caracterización bastante precisa de un determinado hablante/escritor, no sólo debemos ponderar la elección de los vocablos: muchas palabras de la lengua vulgar y palabrotas, además de las referencias y pistas insertas en el discurso o en el texto, obviamente señalarán a jóvenes de clase baja de los suburbios, para describirlos en términos generales. En este sentido, la frecuente mención al licor de malta y a albergues transitorios señalarán al estereotipo de un trabajador de bajo nivel, probablemente joven, sin capacitación ni cultura, mientras que una alta frecuencia en la mención de “té con tostadas” señalará a una persona totalmente diferente, el estereotipo del hombre refinado de clase alta. En los últimos tiempos, la práctica de la detección del registro social se ha convertido en una espada de doble filo, con el potencial de castigar al traductor que no ejerce la debida diligencia. Aunque puede llegar a ser lamentable para algunas personas, podemos considerarlo como un mal necesario, ya que la detección del registro social, en forma aproximada, al menos, facilita mucho la tarea del traductor, basándola en un estereotipo tangible… aun cuando sea uno extremadamente exagerado.