El español, después del chino mandarín, es el idioma con más hablantes nativos en el mundo, por lo que puede resultar muy útil, ya que es ampliamente utilizado en comunicaciones internacionales, producción de información en los medios de comunicación en general e internet. Por este motivo, cada vez son más las personas que deciden incorporarlo como segunda lengua.
La dificultad a la hora de aprenderlo dependerá, fundamentalmente, de la lengua materna del estudiante. Al ser una lengua romance (es decir, un idioma que se originó a partir del latín, desde el siglo III, tras el desmembramiento del Imperio Romano), será más fácil de adquirir para aquellos hablantes de francés, italiano o portugués, por citar algunos idiomas de esta familia. Principalmente, estos estudiantes encontrarán similitudes con su idioma nativo en las construcciones sintácticas, es decir, en el orden de las palabras, el uso de artículos y las desinencias verbales (modificaciones según la persona y el tiempo verbal). A los hablantes de lenguas germánicas, como el inglés, el alemán y el danés, en cambio, es probable que se les presenten mayores dificultades. La falta de género neutro, por ejemplo, obliga a aprender el género femenino o masculino, asignado arbitrariamente, de objetos y animales.
Más allá de la lengua con la que se lo compare, existen otras complicaciones que más tienen que ver con el idioma en sí y que provocan confusiones y malentendidos hasta para hablantes nativos del español que viajan a otro país (¡o incluso región!) donde también se habla esta lengua. Existe una gran cantidad de dialectos o variantes. Sólo en España, existen al menos 6 variedades regionales bastante disímiles entre sí. Por otra parte, el español hablado en Latinoamérica, que ya difiere bastante del ibérico, a su vez cambia rotundamente de país a país, más que nada en cuanto a la diferente pronunciación, que genera inconvenientes para la comprensión auditiva.
La polisemia (la pluralidad de significados) será, probablemente, uno de los aspectos más desafiantes, que provocará múltiples confusiones, aunque este fenómeno se de en todos los idiomas del mundo. Muchísimas palabras en español tienen más de uno o dos sentidos. Veamos la palabra chucho. En varios países de Latinoamérica, esta palabra se utiliza para referirse a un pez, pero también puede utilizarse como sinónimo de perro y, en Colombia, denomina a una zarigüeya. En Cuba, esta palabra, derivada (o más bien deformada) del inglés switch, equivale a los aparatos utilizados para pasar o interrumpir a voluntad una corriente eléctrica. En Argentina, Paraguay y Uruguay, en cambio, chucho significa miedo o recelo. Sin embargo, en el cercano país de Chile, es un término vulgar para referirse a una cárcel. En ese país también se usa para referirse a una pequeña ave de rapiña, ya que la palabra es una onomatopeya del grito del animal. Por último, en Venezuela y Cuba también significa látigo. Para descifrar su significado, entonces, será necesario, en primer lugar, conocer el lugar de origen de la persona y, además, prestar suma atención al contexto en el que se utiliza.
El español podrá resultar más fácil o más difícil según quién lo estudie y cómo se aprenda, pero, sin dudas, será de gran utilidad en un mundo cada vez más globalizado y planteará un desafío para el estudiante, que le permitirá conocer aspectos muy interesantes de esta lengua.