La posible existencia de vida extraterrestre ha cautivado al hombre desde mucho antes de que fuera posible viajar al espacio. Artefactos, objetos y pinturas rupestres hallados en distintas partes del mundo dan cuenta del rol y la relevancia que la vida alienígena tenía para diferentes culturas milenarias.
No obstante, no fue hasta su aparición en las distintas formas narrativas (literatura, historietas, dibujos animados, cine, etc.) que el idioma de los extraterrestres devino en una problemática a representar. Considerada una de las primeras formas de ciencia ficción, Historia Verdadera de Luciano de Samosata, aborda ya en el año 180 d.C. los viajes al espacio exterior, las formas de vida alienígena y las guerras interplanetarias. También se describen otros mundos en obras tan tempranas como la leyenda popular japonesa Kaguya Hime y en el relato árabe medieval Las aventuras de Bulukiya, incluido en Las mil y una noches.
La aceptación de la vida extraterrestre resultó posible gracias al desarrollo del modelo heliocentrista del sistema solar durante el período Moderno temprano, y el tema adquirió cierta popularidad en la literatura de los siglos XVII y XVIII. Publicada por primera vez en 1898, La guerra de los mundos es una novela de ciencia ficción que describe una invasión marciana a la Tierra. Se trata de la primera descripción conocida de una invasión extraterrestre del planeta Tierra y ha tenido una indiscutible influencia sobre los trabajos subsiguientes en torno a esta idea.
Si el paradigma heliocentrista permitió que las personas pudieran suscribir con más confianza a la idea de la vida extraterrestre, el reciclaje de la tecnología aeroespacial de la segunda guerra mundial sentó las bases para la conquista del espacio en la segunda mitad del siglo pasado y esto se vio claramente reflejado en el crecimiento exponencial de películas con temática alienígena. Solo a modo de ejemplo comparativo, si en la primera mitad del siglo XX el número de películas en las que aparecen extraterrestres asciende a siete, sólamente en la década del 50 el número quintuplica esa cantidad.
Las historietas son un caso ineludible en el que se destaca el máximo súper héroe de todos los tiempos. El «kriptonés» sobresale por encima de los muchos idiomas apócrifos por tratarse de un silabario y no un alfabeto. Este fue recopilado por los adeptos a la historieta quienes intentaron racionalizar los varios garabatos usados en los 50 y 60 para representar al idioma del planeta de origen de Superman.
Como parte de un esfuerzo verdaderamente colosal por darle verosimilitud al siglo XXXI, los creadores de la serie Futurama inventaron el «alienés», un alfabeto extraterrestre que fue principalmente usado para escribir grafitis cómicos en el fondo de las escenas. El alfabeto tiene la misma cantidad de letras que el abecedario inglés.
Continuando con la pantalla chica, el recientemente fallecido Robin Williams encarnó al ya clásico marciano Mork (de la serie Mork y Mindy), quien inmortalizó el término «Nanu Nanu», que en el idioma de Ork (su planeta de origen) significa «Hola».
En la ya mencionada Guerra de las galaxias, aparece el «mandaloriano», el idioma de los guerreros que entrenaron a Jango Fett y sirvieron de inspiración tanto para la armadura de la familia Fett como para los Soldados Clones del Gran Ejército de la República.
Si bien esta no es más que una lista incompleta y arbitraria que deja afuera a un sinnúmero de idiomas hablados en el espacio exterior, de ella podría desprenderse el interrogante: ¿incluirá alguna vez la industria de la traducción un par terrícola-extraterrestre, o español-marciano?