Quienes nos dedicamos a la traducción de textos, con mucha frecuencia debemos enfrentarnos a los llamados “problemas de traducción”, que muchas veces derivan de inconvenientes en el texto original escrito en la lengua fuente. Algunos de los errores más comunes son las omisiones, el empleo de estructuras de difícil comprensión e incluso la utilización de abreviaturas propias de quien redactó el contenido, que si no son aclaradas de antemano no llegan a comprenderse (como el reemplazo de la palabra “control” por la letra c, o de “producción” por pc).
En vista de estos inconvenientes, existe lo que se conoce como “lenguaje natural controlado”. Como su nombre lo indica, se trata de la utilización de un idioma existente, como puede ser el inglés, el español o cualquier otro, para crear un contenido, pero teniendo en cuenta algunas limitaciones que ayudarán a que su comprensión (y posterior traducción o posedición) sea más sencilla.
Para lograrlo, los objetivos más importantes consisten en tratar de eliminar ambigüedades innecesarias y, lo que es más importante, reducir las opciones léxicas. Esto quiere decir que si existen dos maneras de referirse a cierto componente de una máquina, por ejemplo, se utilice siempre la misma, ya que esto evitará inconvenientes a la hora de buscar el equivalente en la lengua meta. Otro punto importante a tener en cuenta es la puntuación: las oraciones muy largas y la falta de comas y paréntesis pueden afectar considerablemente la calidad de la futura traducción. Además, el abuso de pronombres cuando las referencias no son claras, los errores de ortografía y las imprecisiones gramaticales deben evitarse siempre, ¡no solo cuando hablamos de lenguajes controlados!
Quienes por lo general aplican estas normas son aquellos creadores de contenidos que cuentan con un muy alto volumen de producción de textos y que tienen conocimiento de que, en algún momento, deberán realizar traducciones de esos contenidos a uno o más idiomas. Además, es importante también tener en cuenta que puede utilizarse un lenguaje natural controlado solo en algunas áreas, como la informática y la ingeniería, entre otras áreas técnicas. Pensemos que, por ejemplo, una editorial que publica textos literarios, difícilmente pueda atenerse a estas limitaciones.
La utilización de un lenguaje natural controlado será de gran beneficio para el cliente que desee aplicarlo, no solamente para lograr una mayor calidad en sus traducciones, sino también para que sus textos originales sean más claros y precisos. Además, la sistematización del proceso le facilitará el trabajo a los creadores de contenidos.