No podemos negar que los avances tecnológicos progresan en todos los frentes, también en el campo de las traducciones.
Hasta la década de 1970, la traducción automática (o Machine Translation) prácticamente no salía del ámbito de los laboratorios. Un poco por necesidad, un poco por la curiosidad de explorar otras opciones, el uso de la traducción automática empezó a expandirse, y hoy, prácticamente cuarenta años después, podemos decir que lo que empezó como un experimento, es una realidad ya instalada en nuestra industria.
Por supuesto, sabemos que las máquinas no pueden reemplazar a los traductores humanos. Sin embargo, tampoco podemos hacer de cuenta que este sistema no existe. La traducción automática existe, y se usa cada vez más por iniciativa de traductores, agencias y clientes. No todos, pero sí muchos de ellos.
De ahí surge el concepto de post-editing o postedición que, para mi gusto debería llamarse “edición postraducción automática”, como mínimo, ya que para quien desconoce de qué se trata, el término no es transparente.
Como fuente, entonces nos encontramos ante un documento en su idioma original que, según el proveedor de traducciones automáticas con el que nos manejemos, trabajaremos en el formato deseado. Por ejemplo, podemos trabajar con un Google Translate dentro de un documento que haremos bilingüe, usando Trados (y creando, de paso, una memoria de traducción que puede servirnos para futura referencia).
A medida que vamos ejecutando los comandos, va apareciendo la traducción automática segmento por segmento. Por supuesto que siempre es indispensable la mano del editor: dado que es necesaria la interpretación humana del texto en cuestión, nunca podremos dejar librado al azar el resultado de lo que produzca la TA.
Qué resultados pueden esperarse
Desde el punto de vista de producto terminado, la tarea de post-editing debe encararse como una edición más; es decir, el editor debe editar el texto traducido en forma automática y pulirlo de la misma forma que lo haría con una traducción hecha por un ser humano. El hecho de que una traducción se haya realizado con TA no significa que la calidad de edición deba disminuir (muy por el contrario, en algunos casos, creo que es hasta necesario prestar aún más atención, ya que la máquina no tiene poder de análisis, como hemos dicho anteriormente).
En qué casos usar post-editing
Los tipos de texto que mejor se adecuan a la TA son los técnicos o científicos con vocabulario restringido. Con restringido, me refiero a la cantidad de acepciones que puede tener una palabra. Si bien nos encontramos ante la complejidad de los campos, sabemos que a mayor grado de tecnicismo, más específica es la traducción de una palabra y más acertada será la opción elegida por la máquina.
Al igual que con las memorias de traducción, donde su uso no nos sirve de mucho y, de hecho, es hasta perjudicial en algunos casos porque quizás se presenten segmentos justo donde necesitamos expandirnos, los textos que menos se ven favorecidos con el uso de TA son los de índole literaria. Como es necesaria una gran habilidad interpretativa para esta especialidad (novela, ficción, etc.) y, además, la intención del autor es un elemento fundamental en la literatura, el trabajo de post-editing se haría tan grande que terminaríamos retraduciendo el texto en su totalidad.
Para poder seguir adaptándonos a nuestro entorno de trabajo, la cuestión es permanecer abiertos a la posibilidad de que esta es una tendencia que va creciendo cada vez más, especialmente en el caso de las traducciones industriales.