Nunca dejo de descubrir nuevos aspectos del mundo que me dejan estupefacto. Rebecca Harris, de Políticas Extranjeras, publicó hace poco un artículo en el cual trataba los problemas que tienen los grupos comunitarios en Yemen para recibir una versión traducida de las condiciones que impone el Banco Mundial por los fondos que le fueron otorgados. Cuando se planteó este asunto, la respuesta oficial del banco fue la siguiente:
“como cualquier otro documento de un proyecto, [las condiciones del préstamo se encuentran] disponibles sólo en inglés, dado que ese es el idioma oficial que se utiliza en todas las operaciones y contratos entre el Gobierno de la República de Yemen y el Banco Mundial”.
La carta menciona específicamente al Gobierno de Yemen, pero la noción de que exista un medio de comunicación únicamente en inglés en un país cuyo idioma oficial no es el inglés implica que esto podría suceder en cualquier país, sino en todos. Los destinatarios tienen la carga (en términos de tiempo y voluntad, así como la carga financiera) de traducir en forma precisa los documentos para su comprensión a nivel local.
Todo ello genera el fracaso de un objetivo simple: estos grupos se dirigieron al Banco Mundial para solicitar fondos para zonas empobrecidas con una necesidad extrema de asistencia. El dinero que reciban marcará la diferencia entre la vida y la muerte para algunos seres humanos… y una parte de los fondos disponibles para el grupo ahora deben derivarse a una traducción, cuando el Banco Mundial no se preocupa por ofrecer una traducción. Este aspecto del proyecto, que presenta un costo elevado, nos lleva a la idea de que el grupo destinatario simplemente omite el proceso de traducción y, por lo tanto, no comprende las condiciones ni los detalles del proceso por completo. Me resulta increíble que ese tremendo obstáculo se presente en el medio del camino de la asistencia y vayan mis elogios a la Sra. Harris por llamarnos la atención al respecto.