Las políticas públicas que pretenden preservar un idioma nacional se asocian generalmente con las pequeñas naciones, ya se trate de pequeños estados nacionales (por ejemplo, Islandia, Irlanda y Estonia) o naciones minoritarias dentro de un estado nacional más amplio (por ejemplo, el francés de Québec, el vascuence, el catalán e innumerables idiomas indígenas). Sin embargo, actualmente muchos países más grandes adoptan medidas para proteger a sus idiomas mayoritarios.
El caso más famoso (y menos sorprendente para cualquiera que conozca los estereotipos del francés) es el de Francia con la ley Toubon de 1994 que establece la utilización obligatoria del francés en toda la documentación pública, contratos comerciales, comunicaciones y publicidad comercial. En 2006, Malasia comenzó a multar a quienes mezclaran en publicidad palabras del inglés con el idioma malayo, el denominado manglish. Por otro lado, Irán decretó que todas las palabras extranjeras adoptadas se reemplazaran por sus equivalentes persas (a excepción del árabe, ya que es el idioma que se utiliza en el Corán).
Esta semana he leído que los demócratas cristianos que gobiernan en Alemania tratan de conservar el idioma alemán en su constitución federal como el idioma oficial del país a fin de proteger el idioma nacional. Nuevamente, la preocupación principal es el uso cada vez mayor de palabras en inglés. Según un estudio de la Universidad Hanover, citado por el artículo de The Independent del 16 de diciembre «23 de las 100 palabras más usadas del alemán provienen, de hecho, del inglés».
Debe de haber muchos otros ejemplos, ¿pero alguno de ellos podrá evitar la evidente fuerza del cambio y la influencia del inglés? Sólo el tiempo nos dirá cómo terminará esta historia.