Si bien los cambios lingüísticos pueden producirse a diferente ritmo y debido a muchas causas diversas, gran cantidad de cambios tienen orígenes o explicaciones políticas. La mayoría de los cambios lingüísticos, obviamente, es producto de la migración de personas y del uso de un idioma por hablantes no nativos, con la influencia de las reglas fonéticas, sintácticas y morfológicas de la lengua materna de los inmigrantes (incluidos los aportes culturales). La migración, a su vez, casi invariablemente tiene raíces políticas.
Los historiadores consideran que la inmigración masiva de irlandeses a los Estados Unidos, que ha hecho innumerables aportes al lenguaje popular, se produjo a raíz de la colonización británica de Irlanda y sus políticas territoriales que perpetuaron la pobreza y exacerbaron la Gran Hambruna de mediados del siglo XIX. La inmigración masiva de italianos a la Argentina, que dejó su impronta lingüística en el lenguaje popular y en la entonación del argentino, se puede explicar parcialmente por la agitación política de la península itálica (y las políticas de inmigración de la Argentina).
Más allá de los cambios lingüísticos fomentados por la migración, con frecuencia la política genera cambios lingüísticos de forma más inmediata mediante los debates públicos que promueve en relación con la cambiante realidad económica y social. Por ejemplo, la mayor toma de conciencia de las últimas décadas respecto del medio ambiente y de las políticas medioambientales (tanto públicas como privadas) ha conducido a acuñar varias palabras y frases nuevas como, por ejemplo, “ecologista”, “respeto por el medio ambiente”, “huella de carbono”, “dar una falsa imagen de responsabilidad para con el medio ambiente”, “consumo de alimentos de granja o de fabricación propia”, “ecoterrorismo” y “trabajos ecológicos”, y ha ampliado el uso y el significado de otras palabras y frases tales como «autos con alto consumo de gasolina», «sostenibilidad», «orgánico», “captura” e “híbrido”. En el mismo sentido, la liberación femenina y la lucha por la igualdad de los géneros también ha generado algunos cambios lingüísticos importantes, especialmente el uso de “suyo/a” o “él/ella” en lugar de usar los pronombres masculinos para el género neutro o inclusivo de sujetos y la neutralización de género de palabras para profesiones como, por ejemplo, “portavoz”, “miembro del Congreso”, etc.
Es sorprendente ver cómo fenómenos políticos insignificantes y aleatorios también pueden conducir a importantes cambios lingüísticos. Este año, durante el proceso electoral presidencial de los Estados Unidos, por ejemplo, se reemplazó súbitamente a “ciudadano común” o “persona promedio” por “el plomero Joe”, debido a una de las miles de conversaciones de candidatos con votantes.
Las elecciones de la “Palabra del Año” demuestran claramente los cambios lingüísticos más rápidamente arraigados a nivel político, especialmente los cambios lexicográficos como la creación, modificación semántica y popularización de palabras. La American Dialect Society, por ejemplo, ha elegido “11/9” (2001), “armas de destrucción masiva” (2002), “estado rojo/azul/púrpura” (2004) y “sobreprima” (2007). Este año Merriam-Webster eligió “rescate”.
Debido a la universalidad de muchos fenómenos políticos, muchos de estos cambios lingüísticos pueden y han tenido lugar en la mayoría de los idiomas y generan pocos problemas de traducción. No obstante, algunos cambios lingüísticos políticamente arraigados plantean dificultades en la traducción. Por ejemplo, ¿cómo traduciría “estado púrpura” al idioma hablado en un país con un sistema político unitario y multipartidista? Un tema para reflexionar…