Si bien las distintas lenguas pueden diferir en cuanto a su estructura, el género y la sintaxis, hay algo que la mayoría de ellas tienen en común (hay algunas excepciones a la regla): necesitan de la puntuación. La puntuación es lo que ayuda a dar sentido a lo que leemos y decimos, un mal necesario que sirve para contener el caos inherente al lenguaje.
Cada idioma tiene un enfoque diferente en cuanto a los signos de puntuación. Como hemos mencionado en otras oportunidades, si nuestro lengua es un reflejo de nuestra cultura y comportamiento o viceversa es algo para debatir. Sin embargo, parece claro que tanto la lengua y la cultura, así como el comportamiento, están conectados. Al igual que cada mente es un mundo en sí mismo, después de haber nacido y crecido en el mismo país, los caminos de cada uno se unen y desarrollan las características de nuestro comportamiento y nuestra cultura que hacen que nuestro país sea único. Podríamos decir que nuestro carácter es de alguna forma determinado por el entorno en el que es criado y que, al igual que nosotros, nuestro lenguaje desarrolla su propia personalidad.
A modo de ejemplo desde un punto de vista estético, puede tenerse en cuenta esta comparación de las diferentes personalidades de los idiomas. Mientras que el inglés muestra la austeridad del norte europeo mediante el uso de signos de interrogación y de exclamación solo al final de una oración (English?, English!), el español del extravagante sur de Europa demuestra su grandilocuencia con signos de puntuación en ambos extremos (¿Español?, ¡Español!). Por otro lado tenemos al francés europeo con su inclinación por lo moderno y rupturista, como agregar espacios antes de algunos (pero no todos) los signos de puntuación, en función de su estado de ánimo (Français ?, Français !). Por lo tanto, cada idioma tiene su propia personalidad cuando se trata de usar su respectiva puntuación.
Independientemente de la personalidad del lenguaje, la puntuación es tan importante que es decisiva en áreas tales como el Derecho, donde la ubicación incorrecta (o la falta) de una simple coma puede inclinar la decisión de un tribunal a un lado u otro, como se ve en esta noticia. O bien puede influir en los ideales y modificar significados que tienen importancia en nuestra sociedad. Como ejemplo podemos referirnos a la siguiente frase: «Si el hombre supiese el valor que tiene la mujer, se arrastraría en su búsqueda», o «Si el hombre supiese el valor que tiene, la mujer se arrastraría en su búsqueda».
Una puntuación adecuada es un reflejo de que aprendimos a usar el idioma, y también de que entendemos que para hacer llegar un mensaje no solo importa qué decimos, sino además cómo lo decimos. Al fin y al cabo, la puntuación es un poco como las relaciones: casi nunca se sabe hacia dónde uno se dirige hasta que llega el punto final.