“Llegar osadamente a donde ningún hombre haya llegado jamás” Uf, la falta de igualdad de género en esa frase me encoleriza cada vez que la escucho. Y como fanático de la franquicia de Viaje a las estrellas, debo haberla escuchado un millón de veces.
¿No podrían haber revisado el guión antes de enviárselo al locutor? ¿Acaso nadie se dio cuenta?
De cualquier modo…
La última frontera de los desarrolladores de tecnologías de traducción parece ser un mundo donde el habla es instantáneamente traducida y verbalizada en el idioma que se desee. En el ficticio siglo 23 de la serie original Viaje a las estrellas, todo el mundo, incluso los pequeños hombres verdes, hablan un perfecto (o casi perfecto) inglés estadounidense. Y la única explicación que tienen para este universo monolingüe es el traductor universal de la computadora, una máquina capaz de desmenuzar cualquier idioma en las más pequeñas unidades de significado, haciéndolas pasar por sus circuitos, y reorganizándolas en inglés.
Hoy en día, existe la tecnología necesaria para que alguien construya una máquina de estas características. La traducción automática existe desde hace décadas, al igual que el reconocimiento de voz y la tecnología de síntesis del habla. Es más, desde el advenimiento de los teléfonos inteligentes, estas tecnologías están literalmente al alcance de cualquiera.
Entonces, ¿qué se necesita para alcanzar el nivel del traductor universal?
Los desafíos a los que se enfrentan los desarrolladores de tecnologías de traducción e interpretación quedó fielmente ejemplificada por un cómico accidente que tuvo lugar en 2012, después del lanzamiento mundial de Siri, un factótum activado por voz que habita en el interior de los iPhones. El problema era que el software de reconocimiento de voz no podía comprender el acento escocés. Graciosísimos videos de escoceses luchando por darle a Siri indicaciones simples como “Por favor encontrar una taberna en Aberdeen” se tornaron virales. Estos incidentes me hicieron acordar a la escena de Viaje a las estrellas IV, El viaje a casa, cuando Scottie viaja en el tiempo hasta 1986 e intenta comunicarse con una Mac Plus, en la que le implora “¡Hola, computadora! ¡Hola, computadora!” en vano. Y en este caso no estamos hablando de pequeños hombres verdes, ni de habitantes de rincones remotos del globo, sino de hablantes de inglés, posiblemente el idioma más comúnmente hablado del planeta.
La misión actual de los desarrolladores, entonces, es ir más allá de los límites regionales, y adaptar las máquinas para que puedan reconocer los patrones de habla que constituyen las diferencias en los acentos. Una base de datos que contenga las tendencias y las particularidades de, por ejemplo, el alemán, podría ser capaz de comprender a alemanes hablando en inglés, español, lao o incluso birmano. La entonación, el tono y los errores comunes son perfectamente mensurables y cuantificables. El próximo desarrollo en estas tecnologías bien podría ser un pequeño/gran salto en esa dirección.