Si bien el Presidente Obama ha recibido numerosos elogios por sus elocuentes discursos (ver mi artículo “El Presidente Obama y el poder de las palabras”), al igual que por su intelecto y profesionalismo, también ha sido criticado por el uso que hace de la gramática. El “error” por el cual se lo ha atacado más es, sin lugar a dudas, el uso incorrecto de los pronombres.
Como tantos hablantes de inglés americano, entre los que me incluyo, Obama generalmente utiliza el pronombre sujeto de la primera persona del singular I (yo) cuando corresponde utilizar el pronombre objeto de la primera persona del singular me (mí). En un artículo reciente del New York Times, Patricia T. O’Conner y Stewart Kellerman explican que “durante siglos fue perfectamente correcto utilizar tanto I como me como objeto de un verbo o preposición, especialmente después de and (y). La literatura nos brinda numerosos ejemplos”, que incluyen a Shakespeare y a Lord Byron. Estos escritores también aclaran que “recién a mediados de 1800, los especialistas de la lengua comenzaron a preocuparse por el uso de I y me. Se atribuyen estas prescripciones gramaticales del siglo XIX a la influencia del latín “con su tratamiento rígido de los pronombres sujeto y objeto”.
Como lo señalé en un artículo anterior (ver “Adverbios intercalados en el infinitivo y el monstruo de la gramática prescriptiva”), el ensalzamiento de la gramática latina por parte de los lingüistas de la corriente prescriptiva del inglés también causó otros problemas a los angloparlantes. Ya es lamentable que el inglés continúe escribiéndose con el abecedario romano, lo cual resulta inapropiado para un idioma con más del doble de vocales, y unas pocas consonantes diferentes, por lo que tengo una prescripción para los lingüistas prescriptivos: dejen de intentar “latinizar” el idioma inglés y de fastidiar a los angloparlantes, especialmente al Presidente Obama, sobre la corrección de la comunicación. Además, nadie en su sano juicio puede sostener que Obama debería preocuparse por los pronombres en un momento de crisis económica, cuando el sistema de salud y la educación son caóticos, y el medio ambiente está en peligro.
Al igual que los traductores y editores, que disfrutan de la comodidad de las normas gramaticales artificiales y claramente prescriptivas, también deberíamos ser más comprensivos con las excepciones y variantes gramaticales, con el cambio lingüístico, en general, y con la eficacia de la comunicación, por supuesto.