Hace poco una amiga me dijo que sus carpinteros le quitaban “rebarbas” a un mueble que estaban haciendo y yo le dije: “querrás decir rebabas” y me dijo: «eso es lo que dijeron los carpinteros”, y yo le contesté “pues no es correcto”.
Hace poco igualmente, tuvimos un cliente que se quejó de una traducción alegando que estaba mal una palabra, el término en cuestión era “escisión”; según el cliente, su empleado de habla hispana le dijo que estaba mal y que se escribía “excisión”…
El hecho de que seamos hablantes nativos de una lengua no nos hace expertos en la misma. Lamentablemente, existen todavía muchas personas que no saben expresarse en su lengua de manera correcta, ni de forma hablada ni escrita, y no podemos fiarnos de ellas para que nos asesoren en cuestiones de este tipo.
Incluso puede haber expertos en su profesión, como en el caso de los carpinteros de mi amiga que, seguramente, le hagan una mesa preciosa y perfecta, pero quizás su formación fue más práctica que académica y de ahí que no utilizaran con propiedad la terminología.
Por eso es tan importante recurrir a profesionales del sector, personas formadas y cultivadas en el estudio de la lengua , y en su aplicación a los distintos campos de especialidad.
Si para construir una casa recurrimos a un buen arquitecto y no a un “chapuzas” que nos haga cualquier cosa, por qué no hacer lo mismo con las necesidades de traducción o interpretación que podamos tener.
Si una empresa pretende incursionarse en el mercado internacional o llegar a un determinado público de una lengua materna diferente a la propia, debe tomar conciencia de la importancia de un texto bien redactado, sin faltas de ortografía y que suene totalmente natural para la persona que lo lea.
Considero que es esencial que las empresas entiendan por qué es fundamental comunicarse fiel y correctamente en la lengua de llegada.