«Muchas críticas, poco apoyo,
los traductores tenemos dos lamentos:
cuando trabajamos bien, nadie lo recuerda,
cuando nos equivocamos, nadie lo olvida”.
Anónimo
Los traductores conocen muy bien este refrán, pero, ¿realmente es así? ¿A los traductores realmente se les da el crédito que se merecen por su trabajo o es nuestro destino entregar una traducción tras otra sin recibir el agradecimiento correspondiente?
Nuestra tarea resulta difícil por varias razones, pero el desafío que subyace en nuestro trabajo es entregar un producto final que no sólo refleje el documento fuente lo más posible, sino que también hay que asegurarse de que el idioma que se utiliza tenga sentido para los nativos de ese idioma. No obstante, cuando los clientes solicitan traducciones, ¿cuántos de ellos realmente comprenden el esfuerzo que implica encontrar el intrincado equilibrio entre estas dos cuestiones?
Además del hecho de que sin traductores nuestro mundo no estaría tan globalizado como ya lo está, muchas personas aún dudan sobre hacer traducir los documentos o no, ya que los traductores tienen la posibilidad de cambiar todo el sentido de una frase al modificar una sola palabra. Salvo que el cliente sea bilingüe tanto en el idioma fuente como en el meta, no hay una confianza completa y total en la capacidad de los traductores para transmitir con precisión el mensaje del documento a otro idioma.
¿Esta es una característica de nuestro trabajo? ¿Qué opinan?