Esta semana dediqué algunas horas a transcribir una serie de charlas sobre liderazgo empresarial dictadas por un orador vasco. Esta experiencia volvió a recordarme cuánto difieren las variantes del castellano entre las distintas regiones de habla hispana, y es por eso que decidí ampliar mi entrada anterior sobre frases típicas de España con algunos ejemplos más.
– No tener abuela: las abuelas españolas, como las de muchos otros lugares, son muy cariñosas con sus nietos, y es habitual oírlas expresar su cariño en forma de elogios, piropos y halagos, del estilo del tradicional “¡Pero qué guapo es mi niño!”. En el caso de esta frase, el destinatario es aquel que, por su hábito de elogiarse a sí mismo, parece carecer de otras personas que le digan lo bueno o bonito que es. A uno que se comportase de tal modo, no sería raro espetarle un: «¿Pero qué pasa? ¿que no tienes abuela o qué?”.
– Salir por un ojo de la cara: resultar muy caro. Decir “el coche me salió por un ojo de la cara” es como decir: para comprar el coche tuve que vender mi ojo izquierdo. Un colega chileno me comentó una vez que no podía evitar interpretar esta frase de manera literal y anatómica: pensaba automáticamente en un ojo expulsando un coche.
– A todo cerdo le llega su San Martín: misterioso refrán que se usa para expresar lo inevitable del destino. Con esta expresión se alude a la caducidad natural de todas las cosas, y, más concretamente, al fin ineludible de todos aquellos que obran el mal. Resulta que, en España, el día tradicional para realizar la matanza de los cerdos (de los que, entre jamones, tocino y embutidos, se aprovecha absolutamente todo) es el 11 de noviembre, fecha que en el santoral corresponde a San Martín de Tours. Así, al ver en las noticias que se condena a un político por un caso de corrupción, muchos afirman, satisfechos: “¿Ves? Si es que a todo cerdo le llega su San Martín”.
– Írsele a alguien la olla: cuando a alguien se le va la olla, es que se ha distraído, atraviesa un momento de enajenación transitoria o ha perdido definitivamente la cabeza. Para añadir énfasis, puede enriquecerse la frase mediante la sustitución del verbo ‘ir(se)’ por el más expresivo ‘pirar(se)’. El resultado podría ser el que sigue: “¿Te acuerdas de Miguel, el de mi oficina? Pues se le ha pirado la olla y se ha ido a vivir a Groenlandia”.
Estos ejemplos vuelven a poner de manifiesto la importancia que puede llegar a tener la localización a la hora de encargar una traducción. Como en la ocasión anterior, me gustaría recordar a los lectores del blog que el espacio de los comentarios es ideal para comparar estos dichos con los de otras localidades, o comentar la fuerza expresiva de los que aquí se incluyen…