Si los patos dicen quack en inglés, coin en francés, vac en turco y cua cua en español, ¿significa esto que los patos son multilingües? Probablemente no. Estas onomatopeyas, que varían de idioma a idioma, son uno de los botones de muestra de la singularidad de cada lengua.
Si bien es verdad que distintas subespecies de animales ubicadas en distintos países podrían producir sonidos diferentes, lo cierto es que la diferencia en las onomatopeyas de las voces de animales en diferentes idiomas está más relacionada con las distintas fonéticas, sumado a cuestiones culturales de cada país. Por ejemplo, la onomatopeya para el sonido del gallo en inglés es la poética cook-a-doodle-doo, que se popularizó por una antigua rima para niños del mismo nombre. Es un vocablo algo diferente al cocorico de los gallos franceses o al ko-ki-oh de los coreanos.
En el caso de la vaca no hay tanta discrepancia. En la mayoría de los idiomas, el sonido suena de forma similar al mu español, como el inglés moo o el finlandés ammuu. Las excepciones son el holandés boe y el checo buu. Este último es casualmente el mismo sonido que hacen los cerdos según los japoneses. Para los suizos, la voz de los cerdos es nöff, para los para los alemanes, grunz y para los holandeses knor. Muy distintos al oink del inglés y el español.
Es interesante ver cómo un mismo sonido puede ser interpretado de manera tan diferente por personas de distintas partes del mundo. Aprender a hablar un idioma en particular, ¿nos programa para escuchar los sonidos de una manera distinta a los demás? ¿O será que aprendemos cómo escuchar e interpretarlos a partir de lo que nos enseñan? Por lo pronto, los hispanohablantes nos llevaremos la mayor sorpresa con las voces animales en japonés, donde los perros dicen wan, los sapos, kerokero, los gatos, nyan y los ratones, chuu.