Como es bien sabido, existen numerosas diferencias entre las variedades de inglés británico e inglés estadounidense, sobre todo en lo que respecta a la ortografía. Sin embargo, pocos saben a qué se deben. ¿Se fueron aplicando paulatinamente, como parte de un proceso natural, a medida que las variedades se separaron? ¿O se trató de una modificación deliberada?
La Revolución Estadounidense tuvo suma importancia a la hora de configurar el inglés de la nueva nación. Los rebeldes querían independizarse de los británicos en todos los aspectos, no sólo en el político. Al principio, incluso se consideró adoptar un idioma totalmente diferente del inglés. Algunos patriotas propusieron el alemán, el francés e incluso el hebreo. Sin embargo, se llegó a la conclusión de que dicha iniciativa sería prácticamente imposible de aplicar y decidieron que el inglés debía ser el idioma oficial de los Estados Unidos de América, aunque aún sentían que este idioma clásico no era un buen vehículo para transmitir sus ideas revolucionarias.
Así fue que Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de la Nación, acuñó nuevas palabras, como el verbo belittle (denigrar o menospreciar). También aprobó los términos que se utilizarían para designar la nueva moneda, dollar y cent. Benjamín Franklin, por su parte, publicó en 1768 un artículo titulado A Scheme for a New Alphabet and a Reformed Mode of Spelling. En él, incluyó palabras como honor (honour), theater (theatre), plow (plough) y curb (kerb), dando origen a su nueva ortografía.
Las grandes contribuciones a esta variedad del inglés fueron, sin duda, obra de Noah Webster, que, mientras se dedicaba a la enseñanza, escribió tres importantes tomos elementales de inglés que conformaban la obra A gramatical Institute of the English Language. Uno de estos tomos era el American Speller, cuya intención era lograr la uniformidad y precisión de la pronunciación en las escuelas. En 1806, Webster publicó su primer diccionario y más tarde, en 1828, su American Dictionary of the English Language. Su influencia en el inglés estadounidense fue enorme: no sólo introdujo las versiones de fiber para “fibre” o color para “colour”, sino que también erradicó la pronunciación inglesa de la palabra forehead (donde la h suele ser muda), proponiendo su pronunciación actual (sonora como una j en español). Además puede atribuirse a su obra la adopción del ritmo distintivo, diferente al británico, en el que a cada sílaba se la da prácticamente la misma importancia y que resulta en la pronunciación característica de palabras como secretary o waistcoat.
Sin dudas, los Estados Unidos han logrado su cometido en lo que respecta a su identidad idiomática, puesto que esta variedad del inglés es distintiva y reconocible en todas partes del mundo.