Como ya analizamos en nuestro artículo anterior: Los primeros “traductores” fueron los intérpretes , China se destacó históricamente por el auge de la traducción/interpretación en distintos ámbitos: la filosofía, la religión y las ciencias.
Continuemos en esta línea de tiempo. Durante la dinastía Tang (años 618 a 907), comenzó el periodo de esplendor que se extendió hasta la dinastía Song (años 960 a 1280). Como ejemplo de este esplendor chino, señalemos que en Japón, el chino representaba la “lingua franca” (como el inglés actual) para las ciencias y la religión. Por ejemplo, en el templo Hokki-ji (declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco), los académicos leían textos en chino sobre medicina y filosofía. El chino también se empleaba en Japón en documentos oficiales y obras literarias. Cabe destacar también la importancia que adquirió la xilografía (grabado en madera) en la difusión de estos conocimientos.
En la dinastía Yuan (años 1280-1368), llegaron a China árabes para trabajar. Este intercambio cultural resultó altamente enriquecedor, debido a que se tradujeron obras científicas del árabe o lenguas europeas al chino. Por ejemplo, Nasir al-Din al-Tusi, de origen persa, tradujo al árabe “Elementos” de Euclides, “Almagesta” de Ptolomeo y textos aristotélicos sobre lógica. Este científico persa rescató de la Casa de la Sabiduría (biblioteca y centro de traducciones establecido durante el califato abasí en Bagdad, Irak) durante el sitio a cargo de los mongoles, 400.000 manuscritos del que fuera el mayor centro intelectual de la Edad de Oro del Islam.
En la dinastía Ming (años 1368-1644), se tradujo la farmacopea árabe de 36 volúmenes. En el siglo XV, China fue el líder mundial a nivel comercial debido, principalmente, a tres factores:
a) su poderosa flota de navíos;
b) los avances técnicos; y
c) la sofisticación de su cultura.
En 1407, el almirante chino Zheng He fundó una escuela de intérpretes en Nankín (hoy considerada «capital de la educación, la ciencia, la cultura, el arte y el turismo»). Dieciséis de los mejores graduados formaron parte de la poderosa flota china a fin de facilitar las comunicaciones desde India hasta África en árabe, swahili, hindi, tamil y muchas otras lenguas. Los intérpretes hablaban 17 lenguas indias y africanas. En la flota, también había sabios islámicos, hindúes y budistas debido a la tolerancia religiosa del emperador Zhu Di.
Gracias a la labor de traductores e intérpretes, en sus travesías marítimas, los chinos dejaron inscripciones en piedras en lenguas que pudieran entender los nativos del lugar. Estas piedras (“estelas”) se dejaban en lugares visibles a fin de que fueran descubiertas rápidamente. Gracias a los intérpretes, los almirantes chinos lograron hablar con los nativos de todo el Océano Índico. En este proceso de comunicación con otros pueblos, el primer paso estaba a cargo de los embajadores, quienes iniciaban el diálogo con los nativos, luego las comitivas de ingenieros y médicos investigaban los minerales y las nuevas plantas medicinales y tratamientos del lugar, mientras los agricultores y científicos intercambiaban impresiones sobre sus respectivos procesos con los lugareños.