Sin duda alguna, con el continuo avance en el que nos vemos inmersos, el idioma ha ido creciendo a la par, incorporando cada vez más términos y significados nuevos a utilizar. Más aún, en un mundo tan interconectado, se ha ido naturalizando de forma cada vez más creciente el uso de palabras que no existen o que no se emplean en nuestro propio idioma (los llamados “extranjerismos”).
Ahora bien, la gran duda es la siguiente: ¿podemos realmente emplear todos esos extranjerismos? ¿Son, en verdad, correctos? ¿Están aceptados? En sí, ¿son necesarios? O, ¿contamos con equivalentes en nuestro idioma que pueden aplicarse sin inconvenientes… o, a veces, resultan tan ridículos escribirlos?
Ante este inminente avance, las distintas instituciones de idiomas han ido incorporando y dando forma a ese nuevo vocabulario latente. De hecho, la Real Academia Española (RAE) no ha sido la excepción y ha agregado en las distintas ediciones diferentes palabras con su adaptación y correspondiente significado en español.
Así, la RAE ha adaptado varios extranjerismos y los ha “españolizado”. Ahora bien, muchas de estas adaptaciones parecen bastantes curiosas y, de hecho, muchas de ellas no son utilizadas por el hispanohablante, pues las considera poco naturales y algo inusuales al escribirlas. Como ejemplo de ello, podemos mencionar “güisqui” (para whisky), “cederrón” (para CD-ROM), o “márquetin” (para marketing, que puede encontrarse en el Diccionario panhispánico de dudas).
Existen también numerosos préstamos que son, en verdad, innecesarios, pues en el español contamos con un equivalente correcto, natural y que se ha utilizado desde siempre. Como por ejemplo, show por espectáculo, performance por actuación, link por enlace, mail por correo electrónico, entre otros.
Así pues, podemos observar que no es una tarea sencilla la decisión de utilizar o no extranjerismos. Por supuesto, no se deben utilizar préstamos innecesarios cuando el idioma cuenta con palabras que expresan la misma realidad que la palabra extranjera, ni se debe tratar de hacer calzar con grafías irrisorias las palabras extranjeras al español, ni establecer palabras forzadas. Buscar y lograr el equilibrio no es una tarea fácil, pero sí se deberá pensar en unificar los criterios, aceptar los préstamos en determinados casos y proponer grafías más naturales. Sin ninguna duda, sobre esta base se logrará un idioma más rico, sólido y con menos obstáculos para el hablante.