Lo que debes saber sobre los chatbots y la inteligencia artificial (parte 2)

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El surgimiento de los chatbots ha sido tan repentino que resulta imposible estar al tanto de todos los nuevos acontecimientos. De hecho, desde que se redactó la primera parte de esta nota, OpenAI ha lanzado una nueva versión de ChatGPT. GPT-4 ostenta capacidades impresionantes como la de aprobar exámenes escolares estandarizados y la de crear programas en todos los principales lenguajes de programación.

Mientras las compañías se arrojan a la carrera por superar sus propias creaciones anteriores, deberíamos tomarnos un momento para evaluar el perfeccionamiento y la innovación de estos chatbots. En esta nota, evaluaremos tanto las promesas como los peligros de la tecnología de los chatbots con inteligencia artificial para la industria de las traducciones.

Las ventajas de los chatbots

Desde un punto de vista comercial, la inteligencia artificial parece abrir nuevas avenidas para reducir costos y acortar plazos. Por ejemplo, se pueden utilizar chatbots sofisticados para mejorar la atención al cliente y el compromiso con él, para escribir guiones de videos y descripciones de productos y para encontrar errores en los programas de computación. Pueden producir contenidos multilingües en distintos formatos, en plazos más cortos y con costos menores.

Por su lado, los traductores podrían usar los chatbots como una ayuda. Las empresas pequeñas con presupuestos bajos pueden tener la tentación de utilizar los chatbots para tareas relacionadas con el lenguaje. Si una empresa quiere ofrecer, por ejemplo, una mejor atención al cliente en tiempo real, en cien lenguas distintas y sin la necesidad de pagarles a cien equipos de TI en todo el mundo, el chatbot puede ser una solución.

 Los peligros de los chatbots

¿Los pros justifican los contras? Para la industria de las traducciones, existen tres asuntos preocupantes acerca de los chatbots.

Contenidos dañinos y falta de precisión

Los chatbots son tan buenos como los datos que se utilizaron para su entrenamiento. Lamentablemente, estos conjuntos de datos, en ocasiones, se han demostrado tendenciosos. En algunos ensayos se produjeron contenidos tan imprecisos que dan vergüenza. En otros, el comportamiento de los chatbots dio miedo: unos amenazaban con hacerles daño a los usuarios mientras que otros facilitaban discursos de odio. Los desarrolladores reconocen que la inteligencia artificial puede a veces «alucinar» u ofrecer datos ficticios con total seguridad.

OpenAI intenta corregir algunos de estos problemas en GPT-4, una versión que promete fallar menos que su antecesora. Sin embargo, no existe un chatbot libre de la posibilidad de ofender. Como no poseen las sensibilidades lingüística y cultural de los seres humanos, los chatbots no están preparados para enfrentar traducciones de alto riesgo, como las que se requieren en los hospitales, en los tribunales, en la diplomacia, etc.

Dilemas éticos

Además, no hay una ética definida para los contenidos generados con inteligencia artificial, lo que insta a tener cuidado antes de dejarse llevar por la ola de entusiasmo.

Las universidades, por ejemplo, han dado advertencias sobre el uso de los chatbots para generar monografías y otros trabajos prácticos e incluso lo han calificado como plagio. Los chatbots también preocupan a los trabajadores, quienes temen despidos masivos y denuncian los empleos precarios de aquellos que entrenan las inteligencias artificiales en una primera instancia. Y todavía no mencionamos el impacto ambiental de los modelos de inteligencia artificial, que derrochan energía y implican emisiones de dióxido de carbono, algo que va en contra de las prioridades de muchas empresas, que buscan lograr la sostenibilidad.

Lo que es peor aún, ChatGPT ha abierto las puertas de par en par para que algunos usuarios inescrupulosos utilicen el chatbot para generar malware, mejorar los emails de estafas y difundir noticias falsas. Si bien las compañías se empeñan en restringir el mal uso de sus plataformas, los hackers no han tardado en lanzarse a buscar la forma de evadir estas restricciones. En vista de este campo minado de la ética, los traductores deben tener extremo cuidado y no depender de los chatbots sin un control de calidad de la mano de un experto.

Seguridad y privacidad

Es cierto que la falta de seguridad es una de las principales preocupaciones para la industria de las traducciones. No hay nada que garantice que los datos que uno ingresa en las inteligencias artificiales estarán fuera del alcance de terceros. De hecho, cualquier conversación extraída por el chatbot puede ser utilizada para mejorar sus conjuntos de datos, y no existe la posibilidad de negarse a ello. Los conjuntos de datos de los chatbots comprenden miles de palabras recogidas de Internet sin el consentimiento de los dueños originales del contenido.

Para los traductores que trabajan con materiales confidenciales y con propiedad intelectual, esto significa un grave problema. Además de las preocupaciones por la política de privacidad de OpenAI y por la divulgación de datos, hay dudas sobre el cumplimiento de la RGPD europea por parte de ChatGPT y GPT-4. El incumplimiento de este reglamento representaría un contratiempo para las compañías que operan en Europa.

 ¿Los chatbots podrían reemplazar a los traductores?

En resumidas cuentas, cuando nos preguntamos si un chatbot podría hacer las veces de traductor, la respuesta más probable es «no». Vale recordar que a los chatbots hay que entrenarlos y proporcionarles datos para que sean útiles. A diferencia de las personas, no pueden adaptarse en el momento, entender el humor, ser flexibles o tener en cuenta matices culturales a la hora de traducir.

El uso que podemos proyectar de la inteligencia artificial sería más bien el de mejorar las traducciones automáticas para facilitar la posedición de estas. Mientras las empresas utilicen cada vez más los chatbots para generar contenidos, la mano del traductor para mejorarlos será indispensable.

Imagen de Alexandra_Koch en Pixabay