El innatismo, aquella teoría filosófica según la cual algunas ideas o nociones fundamentales del pensamiento no son adquiridas por la experiencia, es usado como pilar de una de las principales corrientes lingüísticas que sostiene que las personas, además de los conocimientos que adquieren desde su nacimiento, están de algún modo determinadas a desarrollar cierta competencia lingüística.
Una forma de dar cuenta de esta competencia innata es mediante los errores que un niño jamás cometería al hablar su lengua materna. Uno de mis ejemplos favoritos es el orden de los adjetivos en inglés. Es un aspecto ampliamente tratado tanto desde lo académico como desde lo anecdótico.
Desde el punto de vista de la enseñanza del inglés como lengua extranjera, es algo que se aprende una vez que se cuenta con un conocimiento considerable de la gramática anglosajona. Y para quienes aprendimos inglés a la par de nuestro idioma materno, es un elemento que recién aparece promediando la adolescencia en los programas del nivel avanzado.
Si uno le preguntase a un niño hablante nativo de inglés cómo se ordenan los adjetivos, posiblemente no tenga idea de que el orden es: opinión, tamaño, edad, forma, color, origen, material y propósito. Cuenta la leyenda que John Ronald Reuel Tolkien escribió su primer cuento a los siete años. Se trataba de un dragón verde y grande (en inglés, “a green great dragon”). Se lo mostró a su madre quien le dijo que no había posibilidad de que un dragón fuera verde y grande sino que tenía que ser grande y verde. Tolkien resultó tan desalentado que no volvió a escribir por años.
Recuerdo que en una clase de psicolingüística, el profesor quiso dar cuenta de un caso paradigmático de la teoría del innatismo dando como ejemplo el hecho que un hablante nativo del español jamás prescindiría del “se” reflejo, esa partícula que se utiliza para decir que el beneficiario de una acción es el mismo emisor de la oración. El profesor dijo que así como un niño comúnmente diría “mamá baña al bebé”, en ningún caso diría “mamá baña a mamá”, sino “mamá se baña”. Me pregunto si el avance del matrimonio igualitario lograría plantear alguna reserva en las clases de psicolingüística de hoy en día.