Como ya vimos en un artículo anterior, las lenguas celtas son una subfamilia de las lenguas indoeuropeas.
Los celtas fueron los primeros pobladores de la Europa centro-meridional en torno al siglo V a.C.
Desde el punto de vista geográfico e histórico, esta subfamilia se divide en dos ramas: la continental, hoy desaparecida, y la insular, que se clasifica en dos grupos: el britónico, que comprende el bretón, el córnico y el galés. El otro grupo se denomina goélico o gaélico, que comprende el irlandés, el gaélico-escocés o “erse” y el manés, dialecto de la isla de Man.
Hasta el siglo V, las lenguas continentales celtas, entre las que se encontraba el galo, se hablaron en toda la Europa continental, pero cedieron ante la influencia de los otros idiomas vecinos de gran vigencia: el inglés y el francés.
Únicamente han resistido los grupos britónico y gaélico en las Islas Británicas, en la región de la Bretaña y en algunas comunidades norteamericanas en el norte y sur, que tratan de preservar su idioma originario.
Lo característico de las lenguas celtas es la pérdida del fonema indoeuropeo /p/, lo que las distingue de las demás subfamilias indoeuropeas. Por lo tanto, una palabra latina, griega y sánscrita que contenga una “p” en posición inicial o media, aparecerá sin ella en la subfamilia celta.
Las reglas de pronunciación de los celtas son enormemente complejas. Por lo general, la escritura no se corresponde con la pronunciación y las consonantes iniciales varían según el último fonema de la palabra anterior.
Todas las lenguas celtas emplean el alfabeto romano.
En la actualidad, el bretón se habla en la Bretaña francesa en forma de dialectos. Posee nasalizaciones y préstamos del francés.
El galés, también llamado cámbrico y címbrico, es la lengua de la región de Gales y una de las más conocidas dentro de la familia celta. Además de hablarse en Gales, se emplea en algunas comunidades de Estados Unidos y Argentina, en donde en 1865 se asentaron apenas 150 galeses. Los estudiosos de este idioma reconocen tres períodos: el antiguo (800-1100), el medio (1100-1500) y el moderno (a partir del 1500). El galés normativo posee dos variedades: la del norte y la del sur.
El irlandés, también denominado gaélico-irlandés, es el idioma más antiguo del grupo gaélico. Puede estudiarse su historia en cuatro períodos: el antiguo (800-1000), el medio-antiguo (1000-1200), el medio (1200-1500) y el moderno (a partir del 1500). Era una lengua muy rica en inflexión nominal y verbal. Únicamente en el indicativo el verbo posee dos tiempos.
Alrededor del siglo V los irlandeses invadieron Escocia y llevaron una variedad del gaélico que sustituyó a la antigua lengua britónica. Durante el siglo XV, gracias al incremento de los préstamos procedentes del escandinavo y del inglés, el escocés se constituye en lengua diferente del irlandés y se diferencia de éste.
El escocés posee cuatro casos: nominativo, genitivo, dativo y vocativo. Lleva el acento en la sílaba inicial, al igual que el irlandés.
Posee dos dialectos: el septentrional y el meridional, el cual está más próximo al irlandés. La principal diferencia que existe entre ellos es el fonema /é/ que se convierte en “eu” en el dialecto del norte o septentrional, en tanto que se convierte en “ia” en el meridional o del sur.
El manés tiene una fuerte influencia escandinava.