La traducción literaria y la cuestión racial

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El escritor neerlandés Marieke Lucas Rijneveld, abandonó la traducción del poema The Hill We Climb, escrito por Amanda Gorman, tres días después de haber sido elegido para realizar aquel trabajo. Pero ¿por qué? Amanda Gorman incluso había aprobado la traducción.

Lo que sucedió es que la elección de Rijneveld para este trabajo había causado el desagrado de varias personas, especialmente de aquellas que pertenecen a comunidades marginadas. Zaire Kriger, periodista y artista de spoken word, dijo en un tuit que había una gran cantidad de poetisas que podrían hacer un mejor trabajo que la persona elegida.

La militante Janice Deul, en un editorial para el matutino de Volkskran, dijo que la elección era «incomprensible». Se preguntó por qué Meulenhoff, la editorial neerlandesa del poema de Gorman, no había elegido a alguien con cualidades más similares a las de la autora. Es decir, joven, mujer, artista de spoken word, entre otras.

Cuando el desagrado comenzó a propagarse, la editorial de lengua catalana Univers informó al traductor Victor Obiols que había sido vetado porque se buscaba a alguien con un «perfil distinto».

Dicho desagrado alcanzó los titulares de noticias de todo el mundo. El quid de la cuestión era quién podía traducir a quién.

¿Quién puede traducir a quién?

Hacerse cargo de las ideologías de la identidad y de los paradigmas culturales es algo inherente de la traducción literaria, especialmente cuando se involucran culturas marginadas.

Pasa de ser un «quién puede traducir a quién» a un «quién merece la oportunidad de traducir». Esto quiere decir que las editoriales deben tener en cuenta la pertinencia del trasfondo cultural y la identidad del traductor.

Esto puede explicar por qué muchas editoriales europeas eligieron escritores con ascendencia africana para hacer sus traducciones. Timbuktu, un rapero, escribió la versión sueca, mientras que la cantante Marie-Pierra Kakoma escribió la francesa.

Sin embargo, la selección podría haber sido gracias a sus talentos como escritores, sus vínculos con el spoken word, y con su sentido de la métrica de la poesía.

Eso nos trae a un dilema: habilidades vs. identidad. ¿Cuál de las dos prevalece?

Entender los fundamentos de la traducción literaria

Un traductor sirve para encapsular la sensación y los matices de una lengua. Esto representa una batalla constante. La experiencia de vida y los puntos de vista del traductor atraviesan el trabajo de producir una traducción fiel a un texto fuente escrito por un autor con una trayectoria de vida completamente distinta.

Sí, un traductor debería ser fiel al ingenio del autor y a su propia voz. Y también debe hacer que la significación política y social de un libro sea clara, inclusiva e inofensiva.

Por esta razón, el traductor debe dedicarle horas a formular el texto mientras envía correos electrónicos al autor para pedir aclaraciones. Es un vaivén constante entre la redacción y la política, y un gran esfuerzo para encontrar las palabras correctas.

En una última instancia, el traductor tiene que asegurarse de que el lector no perciba el texto meta como una traducción, o por lo menos sentir que hizo eso. Es decir, tienen que asegurarse de que la naturaleza de la traducción de un texto sea invisible.

Eso requiere ciertas habilidades. Entonces ¿por qué importa la identidad del traductor?

La cuestión de la identidad

En 2015, la escritora neerlandesa Corinne Duyvis acuñó el hashtag #OwnVoices, que proponía que las historias de los grupos marginados sean escritas por personas que comparten experiencias o identidades similares.

La idea causó un fuerte debate en foros de jóvenes adultos antes de pasar al mundo de las editoriales para un público mayor de edad y luego al de las ediciones internacionales.

Los partidarios de la propuesta de Duyvis argumentan que la identidad del traductor es relevante porque su trabajo debe capturar la significación de las fuerzas ideológicas, económicas y culturales de la sociedad.

Chad Post, el editor de Open Letter Books, dice que, según lo que ha visto hasta ahora, «las editoriales estadounidenses jamás han sopesado los trasfondos de los traductores o autores a la hora de decidir a quién otorgar el contrato de un libro». Él reconoce que los problemas de identidad surgirán sin falta en algunos proyectos.

¿Y cuáles son estos proyectos?

Traducir entre distintas identidades

Los debates sobre traducir entre distintas identidades no son nada nuevo. Después de todo, hay personas que tuvieron que traducir trabajos del siglo XIX que utilizan términos racistas y peyorativos.

La identidad es un factor. Y hay instancias en las que la identidad marca una diferencia importante. Piensa en las memorias sobre abusos sexuales o en textos acerca de la maternidad.

Además, solo unos pocos autores tienen la oportunidad de que sus trabajos sean traducidos. Entonces, tiene sentido que aquellos cuyos trabajos sí se traducen promuevan la exposición de sus valores. Y eso probablemente signifique solamente aprobar traductores con valores y puntos de vista similares.

Pero ¿son relevantes los valores de un autor en las traducciones internacionales?

Alain Mabanckou, un escritor francocongoleño, cree que sopesar la identidad de un traductor es en sí un acto racista y discriminador.

Dice lo siguiente: «Uno […] no puede luchar contra la exclusión mientras reinventa nuevas formas de marginar a las personas […], ya que esto finalmente conduce a una situación en la que una persona solo puede entender (o hablar por parte de) aquellas personas que considera que son como nosotros».

Para él, tener en cuenta la identidad del traductor va en contra del propósito literario de liberar y transportar a los lectores a lugares desconocidos.

Un ensayo publicado en el sitio web The Conversation argumenta que la traducción literaria depende de las diferencias. El autor declara que el elemento de lo desconocido desafía las responsabilidades ética e intelectual y despierta la curiosidad. Como tal, el arte de traducir depende más de las diferencias entre el autor y el traductor.

Entonces, está bien (y se puede) traducir entre distintas identidades. Pero los traductores tienen que hacer un esfuerzo por dejar de lado sus propios prejuicios.

Aunque también el debate es mucho más que ideologías de la identidad. El problema central es la falta de diversidad en la traducción literaria.

Diversificar el campo de las traducciones literarias

Un sondeo reciente por parte de ALTA (American Literary Translators Association) encontró que 73 % de los traductores tienen ascendencia europea, 11 % tienen ascendencia (o son originarios) de países de Asia, 10 % son de origen hispánico, 4 % son africanos y 2 % tienen ascendencia africana.

Entonces, sí, puede decirse que hay una falta de diversidad en el campo de las traducciones literarias.

¿Cómo pueden entonces las instituciones fomentar la inclusividad?

En tiempos recientes, ALTA ha dado grandes pasos para traer la inclusividad a la industria.

  • Se ha comprometido con organizaciones de personas con ascendencia africana y con institutos de educación terciaria para mejorar la inclusividad de comunidades marginadas.
  • Ha creado la Memorial Travel Fellowship para garantizar la inclusión de personas de color.
  • Ha creado los comités de la Junta BIPOC para la Equidad en ALTA.

Pero ¿durarán estos esfuerzos?

La diversidad en la traducción literaria debe fomentar una representación real. Debe asegurarse de que una joven con ascendencia africana pueda traducir poemas de una lengua a otra. Por eso debe crear vías que conecten a los grupos marginados con las editoriales nacionales e internacionales.

Todo esto se reduce a asegurar la igualdad de oportunidades para todos, sin importar su identidad étnica. Esto exige que el campo de la traducción literaria «ascienda la colina» buscando maneras de unir más puntos de vista, más voces y más miradas para crear algo nuevo.

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