Se suele tener la idea de que cuando te enfrentas a una traducción técnica cuya temática sea, por ejemplo, la aeronáutica todo el mundo piense que es muy complicada y que requiere de un gran conocimiento no sólo de las lenguas de partida y llegada sino del ámbito en cuestión. Y ojo, esto es cierto.
Pero también es muy cierto que un texto en principio sencillo, como pueden ser los cuentos o relatos para niños en los que, en teoría, el vocabulario y la gramática utilizada no revestiría demasiada complicación, se torne a veces toda una hazaña.
Un caso bastante claro lo tenemos con la traducción de los juegos que los chicos realizan principalmente al aire libre. Por ejemplo, en el par inglés-español, «tag» es bastante conocido, ahora bien, las opciones para su traducción pueden ser diversas: “corre que te pillo”, “pilla-pilla”, “la mancha”, “tenta” y así un largo etcétera que dependerá no ya sólo del país sino incluso de la región.
Una problemática parecida la encontramos en la traducción de los nombres de personas. ¿Se sentirá identificado un chico de cuatro años con una historia que pueda contar un tal “Henry” o “Peter”? ¿No sería más adecuado cambiar estos nombres por “Carlitos” o “Luisito” que le resultarán más cercanos y con los que se pueda sentir más identificado?.
De hecho, es muy interesante un artículo que encontré con respecto a este tema que refleja cómo los niños recuerdan mejor aquellos aspectos que son más cercanos a su cultura, a su vida diaria. Por ejemplo, en dicho estudio cuando en el original aparecía “berro” (watercress) en español se puso otro alimento, “queso”, puesto que el berro no es un alimento que se coma con frecuencia en España.
Lo que me gustaría resaltar es que hay que ser especialmente cuidadoso a la hora de realizar este tipo de traducciones y que haya una buena comunicación entre el cliente y el traductor para intercambiar ideas sobre las mejores opciones, y que el niño que lea el cuento pueda disfrutarlo al 100 % sin que nada le suene ajeno.