Hace unos meses decidimos limpiar la memoria de traducción de uno de nuestros clientes de más larga data y con más volumen de trabajo. A lo largo de tantos años de trabajo, la memoria se fue cargando de inconsistencias y de algunos errores que confunden al traductor cuando hace su trabajo.
El hecho de que haya errores e inconsistencias no se debe a que los traductores sean poco profesionales, sino a características propias del texto y a cambios en las preferencias del cliente a lo largo del tiempo. Los tiempos cambian, cambian los contextos y, por supuesto, cambia también la forma más conveniente de traducir un determinado texto. Por eso, cada tanto, conviene limpiar la memoria para no seguir arrastrando segmentos obsoletos que ya no nos sirven.
El primer paso, saber qué teníamos que corregir, fue sencillo. Usamos Xbench, una herramienta con la que trabajamos siempre para hacer nuestros controles de calidad. Cargamos la memoria en Xbench y sacamos un informe de inconsistencias en el texto fuente, inconsistencias en el texto meta y errores de ortografía. Estos últimos eran muy pocos; y la mayoría eran falsos positivos. Pero las más de dieciséis mil inconsistencias nos hacían pensar que estábamos frente a una tarea de nunca acabar. Para que sea más fácil moverse entre los errores y dejar comentarios sobre dudas o consultas, importamos el informe de Xbench en un archivo Excel.
Sin embargo, lo que parecía más complicado era gestionar miles de entradas que conformaban nuestra memoria y modificarlas sin generar más errores aún. Dado que las posibilidades que nos brindan las herramientas de traducción que usamos no nos permiten manejar la memoria tal como necesitábamos, decidimos usar Olifant, un programa que permite abrir memorias en formato .tmx o .txt y editarlas. Algo para destacar es que, por defecto, Olifant busca en el texto fuente, pero podemos elegir que busque solo en el texto fuente, en el texto meta o varias otras opciones. Solo hay que tildar lo que queremos que haga.
Finalmente comenzó la titánica tarea de borrar, cambiar, corregir… Las instrucciones eran bastante simples y, si se quiere, obvias: unificar las inconsistencias y corregir errores ortográficos o de cualquier otro tipo. Pero no había que eliminar ningún segmento ya que cada uno de los segmentos que conforman la memoria está relacionado con otro que lo sigue o que lo antecede, y borrar uno altera esa relación y, por lo tanto, la memoria.
Esta fue solo la preparación para nuestra tarea de limpieza. Una vez que tuvimos todo esto, empezamos con el trabajo propiamente dicho. En nuestra próxima entrada, les contaremos cómo fue el proceso.