Debido a que las sociedades cada vez son más plurales, es complicado e, incluso peligroso, ponerte enfermo en un país que no sea el tuyo y, principalmente, del que no domines el idioma.
Uno de los ejemplos claros de este tipo de sociedades multiculturales lo tenemos, obviamente, en los Estados Unidos, donde prácticamente puedes encontrar a una persona procedente de cualquier parte del planeta. Leí en un artículo que alrededor de cincuenta millones de estadounidenses tienen como lengua principal para hablar otra distinta del inglés, y que aproximadamente la mitad de ellos no hablan ni comprenden «bien» el inglés.
De este hecho se deriva directamente que cuando acudan a una clínica u hospital con un problema, el comunicarse con los médicos se convierta en una tarea complicada. Algunos hospitales y centros médicos disponen de un servicio de intérpretes sociales o, incluso, programas informáticos de traducción en tiempo real para hacer posible que el médico y el paciente se entiendan, pero no es un hecho establecido y en gran parte de las ocasiones estos sistemas de traducción no resultan lo suficientemente eficaces como para asegurar una comunicación que refleje de manera fiel, tanto de lo que adolece el paciente como de las correspondientes indicaciones del médico.
En ocasiones, las interacciones entre el médico y el paciente se limitan a un leve intercambio de palabras sueltas, gestos o, algunas veces, estos pacientes recurren a familiares o amigos que “sí dominan» el inglés para actuar como intérpretes; pero esto también es peligroso puesto que quizás una persona no relacionada con el ámbito no le dé la misma importancia a traducir «cucharada” que «cucharadita” cuando tal vez sea importante tener en cuenta este tipo de cuestiones para que se aplique el tratamiento de forma eficaz.
La cosa se complica aún más cuando deben llevar las recetas a las farmacias; aquí sí que es poco frecuente que cuenten con algún tipo de servicio de traducción. De hecho, el Medical Care (revista médica oficial de la Asociación Estadounidense de Salud Pública) publicó un informe que mostraba que menos de la mitad de las 764 farmacias entrevistadas en cuatro estados con poblaciones importantes o en aumento de latinos (como Texas, Colorado, Georgia y Carolina del Norte) contaba con una capacidad completa para traducir las indicaciones médicas. Un 35 por ciento de las farmacias no pudieron proporcionar un servicio de traducción y el resto ofreció sólo servicio de traducción limitado. Los resultados mostraron que el 44 por ciento de las farmacias ubicadas en condados con una importante población de hispanos, que conforman más de la cuarta parte de la población total de estados unidos, no fueron capaces de traducir indicaciones médicas. Y esto en lo que respecta a los hispanos, la situación con otras lenguas más minoritarias es aún más desalentadora.
A través de estudios como este, queda patente que la labor del traductor y el intérprete es fundamental en un mundo cada vez más globalizado y donde en los países cada vez hay más pluralidad e interculturalidad. En este ámbito particular, donde la salud de una persona se pone en juego, nuestra labor se hace no sólo necesaria sino reconfortante, al poder de alguna manera, hacer una contribución a la sociedad y a que cualquier persona pueda acceder a un servicio médico de calidad en las mismas condiciones que cualquier otra.