Mucho se ha hablado de la Real Academia Española durante el último tiempo. Mucho se ha hablado también de sus académicos, sentados en ornamentados sillones con su correspondiente letra grabada en la madera —más parecidos a un trono que a una silla— debatiendo alrededor de una gran mesa redonda. Y, lamentablemente, no todas las cuestiones debatidas han sido bien recibidas. Con la vigesimotercera edición del diccionario más consultado por los hispanoparlantes a pocos meses de salir a la venta, los adelantos de las nuevas incorporaciones no han generado más que polémica y un gran revuelo en los medios de comunicación.
La institución encargada de mantener las normativas del idioma español prepara el ingreso de casi 1700 nuevos términos en el marco de su aniversario número 300, en octubre de este año. Palabras como murciégalo, wasapear, toballa y almóndiga están en la mira de la nueva edición, ajustándose, dicen, a las necesidades de los tiempos que corren. Sin embargo, lo que inquieta a los lectores parece ser la aparente arbitrariedad con la que se han incluido dichos términos; el porqué incluir hoy palabras que históricamente han sido dejadas de lado o tomadas como errores o deformaciones, adaptaciones o calcos de otros idiomas, y la lista continúa.
Por su parte, la Real Academia alega que, siendo el idioma algo que muta y cambia, es oportuno incluir estas nuevas formas en el diccionario. Anteriormente, los diccionarios se enfrentaban a una importante limitación física, ya que al tratarse de material impreso, debía regularse más estrictamente el número de palabras incluídas. Hoy en día, con el uso de internet, las limitaciones del diccionario impreso ya no representan un problema, pudiéndose integrar al diccionario virtual todas las palabras que se consideren necesarias.
Quienes defienden esta nueva postura de inclusión, sostienen que la RAE intenta progresar en sus nuevas ediciones y finalmente cambiar la actitud de institución conservadora que ha mantenido a lo largo de los años. Quienes no se encuentran tan a favor dicen que la Academia está siendo inconsistente al incluir hoy palabras que ayer sentenció como erróneas.
Los reyes de las letras, por su parte, no hacen declaraciones al respecto. El cierre de la 23ª edición del Diccionario de la lengua española se llevó a cabo el pasado 14 de marzo y, como indicó el director de la Real Academia, José Manuel Bleuca, “hay cuestiones mucho más importantes que la palabra almóndiga” en las cuales enfocarse. Después de todo, no sería esta la primera vez que la Real Academia es llamada al estrado.