El trabajo del traductor puede presentar un sinnúmero de desafíos entre los que indudablemente se destaca la adaptación de dialectos tan peculiares que suponen una verdadera recreación.
Originalmente usado como calificativo peyorativo para referirse a todos los habitantes de las ciudades (y no rurales), posteriormente su uso se restringió para aludir a los ciudadanos londinenses.
El término proviene de la palabra cockaigne (o variantes como cockayne y cocknay), nombre usado en el mito medieval anglosajón para referirse a una tierra de abundancia. En términos lingüísticos, el cockney se refiere a la variedad dialectal del inglés tradicionalmente hablada por londinenses de clase obrera.
Se trata de una jerga en la que el objeto que se desea representar no es el vocablo utilizado en la frase sino uno que rima con la última palabra del enunciado-fórmula. Así, por ejemplo, “plates of meat” (platos de carne) significa “feet” (pies), o “Adam and Eve” (Adán y Eva) significa “believe” (creer). Como muchas otras jergas del mundo, el cockney es capaz de burlar al oyente indiscreto y la rima, además, es solo una parte de su potencial críptico. La otra, aquella que cristaliza su virtud indescifrable, es la elipsis o la ‘caída’ del vocablo que rima con la palabra que se quiere expresar. De este modo, y usando los ejemplos arriba mencionados, podría decirse “My plates are cold” (Mis pies están fríos) o “I can’t Adam it” (No puedo creerlo).
Si bien cuenta con un corpus extenso pero sin límites precisos, el cockney tiene la particularidad de poder dar cuenta del universo cultural y generacional del hablante y un buen ejemplo de esto podría ser la expresión escuchada involuntariamente mientras esperaba ser atendido en la barra de un típico pub inglés, donde un hombre le dice a otro parroquiano “I can’t drink Britneys coz it makes me Wallace”. Una breve indagación me llevó a determinar que la traducción más aproximada de esa frase sería “No puedo beber cerveza porque me hace vomitar”. ¿Cómo es posible haber concluido eso? Precisamente en base a la elipsis. Reponiendo las palabras omitidas, la frase completa sería: “I can’t drink Britneys [Spears, que rima con beers] because it makes me Wallace [and Gromit, que rima con vomit]”.
Durante mucho tiempo, el cockney fue menospreciado y no faltaron quienes lo consideraron una variedad inferior del inglés. Estas opiniones incluso obtuvieron un reconocimiento oficial en 1909 gracias al informe de La conferencia sobre la enseñanza de inglés en las escuelas primarias publicado por el Consejo Municipal de Londres, donde se establecía que “la modalidad de habla [conocida como] cockney, con su desagradable gangosidad, es una corrupción moderna sin credenciales legítimas, y no es digna de ser el habla de ninguna persona en la capital del Imperio”.
Algunos académicos ingleses consideraron ya en 2010 que el cockney, que ha existido durante más de 500 años, desaparecerá de las calles de Londres en unos 30 años y será reemplazado por un nuevo idioma híbrido, un inglés londinense multi-cultural, una amalgama nueva y diversa compuesta de los idiomas de todas las personas que viven en la capital inglesa y quienes aprendieron inglés como segunda lengua.