¿Cuándo un idioma es realmente un idioma, y no solamente un conjunto de dialectos? Es una pregunta difícil de responder, y el idioma español es un caso perfecto para este punto. A pesar de que la mayoría de la población en las culturas no hispanohablantes no son conscientes de esto, históricamente esta lengua romance ha estado acosada por luchas internas y antagonismos que surgieron en la Península Ibérica y, posteriormente, se expandieron a las colonias primitivas de España (en donde la presencia de otras lenguas indígenas agregó, inclusive, un mayor dinamismo al embrollo lingüístico).
Considere la mera yuxtaposición de los términos “español” y “castellano”: para algunos, son sinónimos, mientras que para otros son palabras totalmente diferentes.
Desde una perspectiva histórica, el surgimiento de Castilla como la región dominante (tanto a nivel político como social) de España después de la “unificación” a fines del siglo XV tuvo un importante impacto sobre el idioma “español”: el dialecto castellano pasó a ser el estándar nacional, desdeñando y ridiculizando, al menos, dentro de la península a otros dialectos tales como el andaluz. Los intentos por castellanizar el discurso de los peninsulares y los colonialistas obtuvieron diversos resultados, llegando a homogeneizar el idioma a un nivel significativo, aunque no definitivo.
En el continente americano, se inculcó el dialecto castellano en forma más exhaustiva en las regiones que permanecían bajo el control eficaz e inmediato de las autoridades españolas, ya que era considerado el respaldo “adecuado” de la Península, mientras que las regiones en donde el yugo colonial no era tan intenso mantuvieron características de otros dialectos no castellanos. Para complicar más los problemas en el continente americano, la presencia de los idiomas indígenas y su uso por amplios sectores de la población diluyó la “pureza” del idioma español hablado por caciques castellanos.
Hasta el día de hoy, tanto dentro como fuera del territorio español, la referencia al castellano como sinónimo del idioma español puede ocasionar reacciones acaloradas. Los nacionalistas del continente americano lucharon por elegir uno de los dos durante el siglo XIX, discutiendo por cuál les otorgaba una mejor posición desde el negativismo que se percibía de la asociación cultural con las anteriores autoridades coloniales; la misma constitución podía sustituir a uno por el otro según en qué año se editara, por ejemplo.
Para finalizar, reflexionemos sobre las palabras del famoso escritor mexicano Octavio Paz:
“Me considero un ciudadano del idioma español, más que de México; es por ello que me molesta escuchar hablar del idioma castellano, porque el castellano pertenece a los castellanos y no soy uno de ellos; soy mexicano y, como tal, hablo español y no castellano”.
Una cuestión complicada, que vale la pena tratar en otro artículo… ¡sigan visitándonos!