¿Es justo decir que un idioma no es inclusivo o es sexista? La mayoría de los idiomas (principalmente aquellos que derivan del latín y griego) tienen una peculiaridad un tanto especial: el género gramatical. Por ejemplo, una de las dificultades para aprender francés como segunda lengua (al menos para los hispanohablantes) es cuando la misma palabra tiene el género opuesto. Por ejemplo, “el auto” (masculino) en español y “la voiture” (femenino) en francés, donde algunos o la mayoría de los artículos podría cambiar debido al género del sustantivo. Si esto es difícil para los hispanohablantes, lo es aún más para las personas de habla inglesa cuando aprenden cualquiera de estos dos idiomas, ya que en inglés no se utiliza ningún género gramatical.
Ahora la idea de un género definido está cambiando rápidamente en esta época. La comunidad LGBT, por ejemplo, ha impuesto desafíos a “la norma” en este sentido durante mucho tiempo, y finalmente consiguieron el reconocimiento que merecen. Ahora escuchamos nuevos términos relacionados con el género o sexo, aunque no todos están “legalmente” aceptados. Hay un vacío legal cuando se trata de ser inclusivo. Las leyes todavía tienen disposiciones diferentes para hombres y mujeres en materia de pensiones, la edad de jubilación y el matrimonio (que en muchos países todavía se define como la unión de dos personas de distinto sexo, concretamente entre un hombre y una mujer). ¿Entonces qué sucede a las personas que se identifican como tercer género o no binario, intersexuales, agénero, bigénero, queer, queer heterosexual, etc.? En inglés, para a las personas que no se identifican con un género específico se los identifica con “they” en lugar de “he”/ “she”.
En lo que respecta a la inclusión del idioma, más allá de meras cuestiones del género de los sustantivos, uno de los muchos debates sobre el uso del español es la neutralidad, o su falta de ella, en la lengua en su conjunto. El idioma español es considerado uno de los más sexistas y excluyentes, ya que la forma masculina de las palabras, evidente en el uso de las formas plurales de los sustantivos (y algunos pronombres) como norma (es decir: “nosotros” para referirse a cada uno de nosotros en un grupo, independientemente de su sexo, en lugar de “nosotras”, que implica solamente mujeres), no se extiende a las mujeres ni a la forma femenina. Aunque las formas femeninas se están incluyendo al usar sustantivos en plural, muchos lingüistas creen que innecesariamente son excesivos para el idioma. Al referirse a los parientes de alguien, vemos “hijos”, “padres”, ”abuelos”, así que tendríamos que escribir siempre “hijos (as)”, “padres y madres”, etc. para ser más inclusiva. Si intentamos ser inclusivos al traducir “cousin” o “sibling” del inglés al español, hay una manera, pero las mujeres podría estar en contra de ella.
La desigualdad de género es parte de una desigualdad más insidiosa, ¿entonces por qué agregar los idiomas al problema? Si los idiomas son considerados entidades vivientes en constante cambio, ¿por qué no habrían de evolucionar al mismo ritmo que las relaciones humanas y la evolución cultural?
Por otra parte, traducir al inglés puede ser un placer cuando pensamos en ello como un idioma sin género. Algunos podrían decir que el inglés tiene, entre sus muchas ventajas, el título del idioma más inclusivo del mundo. Si no queremos estar atrapados en el dilema de tener que incluir todos los géneros al hablar, solo utilicemos la palabra “persona” y resolveremos el problema.
¿Entonces debemos atrevernos a decir que la inclusión en un idioma de alguna manera muestra cuán inclusiva es la sociedad? ¿Los angloparlantes son más abiertos e inclusivos hispanohablantes? Tal vez, ya que América Latina todavía tiene un largo camino por recorrer en términos de igualdad de género. Esperemos que los idiomas evolucionan a la misma velocidad que la sociedad lo hace.