Vivimos en tiempos exigentes, corriendo al ritmo de un reloj tirano que marca su propio ritmo y velocidad.
En un mundo cada vez más interconectado, donde la información puede surgir desde un punto del planeta y transmitirse a otro en cuestión de segundos, el tiempo siempre es esencial, simplemente porque se convierte en una posibilidad y ya no es un obstáculo.
Se presume que Ben Franklin dijo una vez que “el tiempo es dinero”. Y así tan fácilmente, el dinero se abrió camino en nuestra ecuación.
En el mundo de los servicios de traducción, estos dos factores impulsan el medio que fija las reglas del juego.
En el mercado de hoy en día los clientes esperan rapidez a bajo costo, y el que pueda ofrecer el mejor equilibrio entre tiempo y precio por lo general es contratado, lo que establece la arena de combate para la competencia, donde los servicios de traducción mantendrán una contienda para sobrevivir.
Pero hay un tercer aspecto que representa un término dentro de esta ecuación que completa la sagrada trinidad y devuelve las cosas a su equilibrio natural: la calidad. Esa esencia que nos esforzamos por preservarla como lingüistas o poetas.
La calidad, el costo y el tiempo son los tres pilares básicos de esta ecuación natural. Y una estructura tan idílica sólo puede sostenerse cuando uno solo prevalece sobre los otros dos. No se puede tener a todos en plena capacidad.
Y por lo general, el tiempo y el costo son los factores que comparten el centro de atención.
En esta trinidad, uno de ellos siempre serán sacrificado por el bien de los otros dos. Es trágico, de verdad.
Es como un triángulo romántico, en el que la calidad se suele fijar como la tercera rueda, solitaria en un rincón oscuro, llena de apatía y de un sentimiento de amor no correspondido.
Pensemos en la comida rápida. Es rápida y barata (e incluso sabrosa), pero no tiene valor nutricional.
Y eso es lo que lo que tiene mucha demanda estos días. En una época en que la mayor cadena de comida rápida del mundo hace alarde con “en un minuto o es gratis”, en la que los negocios se desarrollan al ritmo excitante impulsado por los bajos costos y las entregas a tiempo, es fácil olvidar nuestro propósito como paladines de la lengua vernácula.
El llamado “milagro” de la traducción automática se desarrolla en este entorno cada vez más competitivo donde ser capaz de procesar parámetros complejos en cuestión de segundos te hace ganar la carrera.
¿Pero para qué es esta carrera? ¿Desde dónde o hacia dónde corremos? ¿Cuál es el propósito de todo esto?
No olvidemos por qué elegimos el camino que nos ha llevado hasta donde estamos hoy. El noble sendero del lingüista, esos son los colores que yo apoyo.
Pero hay muchas pistas en esta carrera, muchos campos de batalla en el que se está librando esta “guerra”, y los ejércitos más poderosos de este conflicto están aumentando su poder de fuego tan rápido como pueden.
Hace unas semanas, Amazon anunció el desarrollo de su propio motor de traducción automática, desafiando a Google en un mercado que hasta hoy pertenecía casi en su totalidad a ellos, estableciendo repentinamente un escenario bipolar de fuerzas igualmente competitivas. ¿Suena familiar?
Por lo tanto, mientras esta “Furia de Titanes” moderna toma forma, y reforma a la industria de servicios de traducción al mismo tiempo, es importante saber dónde cada uno de nosotros y dónde radican nuestras lealtades.
En una era en que el dinero es el motor y el combustible que mueve los engranajes del mundo civilizado, las megacorporaciones como esta, rigen la industria con el poder alucinante de sus recursos técnicos y financieros, haciéndonos olvidar de lo más importante : La esencia del oficio.
Algo tan puro y etéreo que no puede ser simulado por computadora o reproducido de manera automática.
Es el aura sobre el que Walter Benjamin escribió una vez.
Para él, fue la reproducción mecánica la que transformó las artes de manera irreparable:
“El aura es un efecto de una obra de arte presente de manera única en el tiempo y el espacio. Está conectado con la idea de autenticidad. Una obra de arte reproducida nunca está totalmente presente. Si no hay ningún original, nunca está completamente presente en ningún lugar. La autenticidad no puede reproducirse, y desaparece cuando todo se reproduce».
Así que… una pared puede elevarse y una pared puede caer. Pero siempre y cuando recordemos el propósito en esta guerra sin sentido de escalada técnica y demandas a ritmo vertiginoso, la bandera de nuestros principios como lingüistas siempre ondeará con orgullo y grandeza.