Todos aquellos quienes de una forma u otra entramos en el mundo de la traducción, ya sea como clientes, por la necesidad de llevar un pensamiento, una idea o un negocio a otras fronteras, o como traductores, quienes servirán como el puente sobre el cual transportarlos, debemos entender la relación existente entre el lenguaje y la cultura.
Desde los inicios del estudio lingüístico se ha debatido si nuestra cultura y comportamiento como sociedad son un reflejo de la manera como hablamos o si por el contrario, nuestra forma de hablar y comunicarnos refleja nuestra cultura. Es como el gran debate del huevo y la gallina, quién tiene más influencia sobre el otro. En nuestro caso, como lingüistas, deberíamos siempre entender que para poder aprender y entender un idioma debemos conocer de igual forma esa cultura que refleja. No podemos exigirle a un cliente que tenga el mismo conocimiento de ese destino al que irán sus ideas o negocios, estamos para hacer que ese viaje de ideas sea lo más claro posible y está en nosotros el tener todas las herramientas posibles para que suceda.
Esta reflexión no se limita a un solo par de idiomas, o solo a la comunicación oral y escrita, toda forma de comunicación tiene sabor distinto dependiendo de quién proviene y a quién va dirigida. Está en nosotros el querer hacer mejor nuestro trabajo y ser ese puente sólido y confiable para nuestros clientes, por lo que la conclusión de esta pequeña reflexión es: viaja, estudia, aprende, vive experiencias, acumula conocimiento, adéntrate en esa cultura detrás del idioma; solo así podrás realmente tener todas las herramientas para que el puente nunca se deteriore.