Los traductores y las agencias de traducción nos topamos constantemente con traducciones erróneas o sin sentido, y en muchos casos (como las que publicamos en un post de hace algunas semanas en el que citábamos algunos ejemplos extraídos del mundo del cine) resultan graciosas. Pero el traducir es una labor esencial para el común entendimiento entre las personas, y si uno no entiende algo en una película o en un libro como mucho se perderá algo del sentido, pero como no solo de películas vive el hombre, existe un sinfín de otras situaciones en las que la palabra debe ser siempre la precisa.
Entre estas situaciones se encuentra el ámbito de las relaciones internacionales, donde la tarea de los intérpretes es fundamental, dado que es justamente en este ámbito en el que constantemente están encontrándose (y a veces, demasiadas veces, enfrentándose) individuos o grupos que no pueden entenderse si no es a través de un traductor o intérprete. Ya vimos en otro post de este blog que es probable que el bombardeo de Hiroshima haya sido causado por un error de traducción de la palabra mokusatsu, traducida por los intérpretes estadounidenses en el sentido de que los japoneses estaban “ignorando” su ultimátum, en lugar del sentido que le habrían querido dar los japoneses, utilizando la palabra con la idea de que se “abstenían de responder” al ultimátum. Esta mala traducción hizo parecer que Japón tomaba una postura desafiante ante la amenaza, y todos sabemos el desastroso resultado que eso tuvo.
Otro caso similar, que también involucra a los Estados Unidos y al armamento nuclear, se dio algunos años más tarde. En un discurso dado en pleno auge de la Guerra Fría, Nikita Khrushchev, en aquel entonces Primer Ministro de la Unión Soviética, pronunció una frase que fue retomada por los medios occidentales como: “los vamos a enterrar”. Teniendo en cuenta el tenso contexto político y la creciente carrera armamentista entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, la noticia de que el primer ministro soviético le dijera al mundo capitalista que lo enterraría generó más que una preocupación, al ser interpretada como una amenaza directa de un ataque nuclear. Naturalmente esto no hizo más que aumentar la tensión entre los dos bloques y posiblemente prolongó el conflicto. Pero en realidad, se dice que lo que Khrushchev dijo fue algo más parecido a: “viviremos para verlos enterrados”, que es una expresión rusa común que se usa en el sentido de “viviremos más que ustedes”, es decir, no se habría tratado en realidad de una amenaza de ataque, sino más bien de una declaración de superioridad.
Vemos en estos ejemplos una vez más el enorme poder de la palabra, y la enorme responsabilidad que recae en ciertas ocasiones sobre los hombros de los traductores e intérpretes, ya que el pequeño error de un hombre puede resultar en un gran error para la humanidad.