El traductor especializado en el ámbito científico-técnico se encuentra día a día términos de difícil traducción no sólo por la especificidad del texto en cuestión sino también, no pocas veces, por el hecho de que la mayor parte de los descubrimientos e investigaciones en esta materia suelen venir de países extranjeros y su reciente descubrimiento no ha permitido a la lengua de llegada, en este caso hablaremos del español, acuñar un término adecuado para evocar esa nueva realidad a la que se hace alusión. La presencia de neologismos en los ámbitos de especialidad es un fenómeno bastante frecuente y considero interesante comentar brevemente el modo en el que el profesional de la traducción lo aborda.
Los nuevos términos
En concreto, la presencia del inglés en el campo científico técnico es más que evidente porque prácticamente todos los hallazgos o avances se suelen divulgar en este idioma, por lo que, por desgracia, la traducción al español de estos términos suele derivar en el uso de calcos y préstamos y términos ingleses que, en mi opinión, son muchas veces innecesarios. La terminología técnica está estrechamente relacionada con el desarrollo de la ciencia y se hace necesario que la creación de nuevos términos vaya a la par de dicho desarrollo, aunque para terminólogos, traductores y lingüistas se antoje complicada la misión, ya que las tecnologías y la ciencia avanzan a un ritmo vertiginoso y cuando recién tratan de recopilar información, documentos, revistas, etc. y ponerlo en conjunto para crear glosarios o bases de datos terminológicas, su contenido puede resultar para ese momento obsoleto.
Además, muchas veces los mismos profesionales, debido precisamente a esta carencia en la traducción de términos nuevos, suelen crear sus propios vocabularios para distinguirse en sus campos de especialidad, haciendo aún más complicada la labor del traductor que pretende que su traducción llegue a todos por igual.
Posibles alternativas
Todo lo que he comentado trae como consecuencia directa que los traductores recurran a extranjerismos o, la mayoría de las veces, a dejar el término en la lengua original, principalmente del inglés, por no poder encontrar una mejor opción, quedándose más o menos tranquilos pensando que los profesionales que leerán la traducción conocerán el término en inglés al estar acostumbrados a verlo así. Además, debido a la inmediatez en la divulgación de la información del mundo globalizado de hoy y de las tecnologías de la información que lo permiten, algo que se descubre en un lugar determinado en 24 horas ya se conoce en el resto del mundo.
Aunque existe la alternativa de tratar de ofrecer una versión del término mediante una explicación o definición del mismo, no resulta tampoco satisfactoria ya que en la mayoría de los casos haría pesada la traducción, sobre todo en documentos en los que se repiten ciertos términos técnicos infinidad de veces (como es el caso de las patentes); y ni hablar de notas del traductor al pie, algo de poca aceptación hoy en día (más que en casos muy concretos).
Lamentablemente, parece que no existen organismos que puedan regular y normalizar este tipo de terminología técnica y científica, y cuando el traductor trata de recurrir a profesionales del sector en busca de un equivalente éste le dice que mantenga el término en inglés y hasta puede sorprenderse de que insistamos en una versión española para dicho vocablo.
De todo lo anterior resulta el título de este artículo, pues es el traductor no tiene una fuente real y fidedigna para resolver estas cuestiones de manera satisfactoria en lo que a traducción se refiere.
Aunque creo que esta situación no hace sino ir en detrimentro de la riqueza de la lengua, parece que hasta que esto no se normalice de alguna manera realmente válida para todos, la tendencia es dejarlo en la lengua de origen (principalmente el inglés) o recurrir a algún calco o extranjerismo.