El martes a la noche, en algún momento durante mi maratón televisiva por la CNN y la BBC de las actividades inaugurales y el evidente cenit de la Obamamanía, uno de los muchos analistas/comentaristas políticos se refirió al “poder de las palabras”. A pesar de que he leído uno de los libros de Barack y visto docenas de debates y discursos, sumamente enriquecedores por el uso del idioma del Presidente, el reconocimiento aparentemente anónimo, indiferente y casi cliché de las habilidades de oratoria del Presidente N.º 44 y del poder de las palabras realmente causó un gran impacto en mí. Más que las propuestas de medidas políticas, más que su temprana oposición a la invasión de Irak, incluso más que Internet, la herramienta más poderosa que Obama ha utilizado para saltar al pináculo del poder político, sin mencionar el cultural, ha sido el idioma, tanto escrito como oral.
Podemos recordar fácilmente su pasado como organizador comunitario o como Presidente de la Revista Jurídica de Harvard o, incluso, podemos apreciar la importancia crucial del idioma en el vertiginoso ascenso al poder de Barack Obama. Publicó su primer libro en 1995, pero tanto él como el libro sólo cobraron popularidad nacional después de la tónica de su discurso en la Convención Nacional Demócrata de 2004. En las primarias demócratas de 2008, Hillary se lamentó constantemente por la oratoria desplegada en la tónica del discurso que transformó inmerecidamente a un joven e inexperto legislador estatal en una celebridad y potencial candidato presidencial. El segundo libro se publicó en 2006 y rápidamente se convirtió en un bestseller. La impresionante recepción favorable del libro evidentemente alentó a Obama a postularse para la Presidencia de los Estados Unidos.
El poderoso uso del idioma de Obama de evidenció periódicamente, de concentración política en concentración política, de discurso en discurso, de debate en debate (28 en total), a lo largo de la campaña presidencial más larga de la historia de los Estados Unidos. Hace casi un año, en febrero de 2008, el Wall Street Journal publicó un artículo con el título que hemos utilizado aquí. En el mismo mes, mientras Barack consolidaba su designación en contra de Hillary en las primarias demócratas, el Washington Post publicó un artículo titulado “Cómo encontrar la fortaleza política en el poder de las palabras”. Esto ocurrió antes de su “Discurso para la carrera presidencial” en Filadelfia. Esto ocurrió antes de que hablara ante 200.000 personas en Berlín. Esto ocurrió antes de que aceptara la designación en un estadio colmado en Denver, antes de que triunfara en los debates contra su oponente republicano en las 3 ocasiones, mucho antes de su discurso de victoria en Grant Park, y casi un año antes de su discurso en la semana inaugural que ha suscitado tanto interés y la frecuente adulación de la oratoria del Presidente Obama en estos días.
De las muchas lecciones que pudimos aprender, o recordar, de la elección presidencial de 2008, la más importante, a mi criterio, ha sido el poder de las palabras. Sí, las palabras son extremadamente poderosas. Quizás no muevan montañas, pero seguramente pueden conducir a la Casa Blanca. Y esta no es una lección sólo para los que tienen ambiciones políticas. Las palabras son importantes, para todos. Respecto de la oratoria de Obama en tanto “estudio de compromiso positivo”, un blogger concluyó: “Estoy reescribiendo las palabras de mi vida para tomar las riendas de mi propia carrera hacia una vida más satisfactoria”.